lunes, 6 de octubre de 2008

Religión

Publicado en El Dominical 5 de octubre del 2008

Cruz y ficción: los olvidados
Siguiendo un reciente libro de Antonio Piñero, ofrecemos un recuento de las disputas entre los primeros cristianos y la consolidación de las primeras escrituras canónigas de la cristiandad" Por Enrique Sánchez Hernani


Ya Voltaire, el urticante filósofo francés, en su temible Diccionario filosófico, daba detallada cuenta de las refriegas no tan moderadas que se armaron entre los seguidores de Jesús a su muerte. El Nazareno no había dejado escritas sus enseñanzas y recopilarlas, hasta reunir lo que la posteridad conoce como los evangelios canónigos, la moderna Biblia de hoy, provocó no pocas peleas fraticidas. Dice Voltaire que San Epifanio, citando escrituras antiguas de los cristianos ebonitas, las halló llenas de injurias contra San Pablo, judío converso y a la postre uno de los padres de la cristiandad.
Los ebonitas, por desprestigiarlo, cuenta Voltaire, dicen que éste, tras nacer de padres idólatras se circuncidó pero luego, por algún oscuro rencor, dedicarse a hablar mal de lo que acababa de cometer, del sabbath y las leyes judías. San Pablo, por entonces ya prestigioso teólogo, los tildó de "falsos apóstoles" y les colgó el letrero de herejes. En su Epístola a los filipos hasta los llama "perros". Vaya mal humor.
La principal tesis sostenida por Antonio Piñero en su libro Los cristianismos derrotados es, asaz, palmaria. Como tras la muerte de Jesús sus discípulos estaban convencidos de la inminencia del fin del mundo, tardaron en recoger los pensamientos del Maestro, que éste no había escrito. Las leyes religiosas, así, se trasmitieron de manera oral y un tanto laxa, según la apreciación de Piñero. La iglesia primitiva, dispersa en algunas decenas de sectas, permitió que las enseñanzas se comunicaran en raptos de iluminación mística de cada quién. Al poco tiempo, en el mundo antiguo, circulaban muchas versiones diferentes para los mismos hechos. Leer artículo completo

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