miércoles, 21 de enero de 2009

El Comercio 21 de enero del 2009


ANÁLISIS
Obama, Roosevelt y América Latina
Por Román D. Ortiz. Politólogo

La comparación es atractiva. Dos demócratas llegados al poder con un mensaje de cambio en tiempos de turbulencia económica e inestabilidad internacional. En consecuencia, las voces dispuestas a encontrar parecidos entre Roosevelt y Obama se han convertido en rutina. De acuerdo con el paralelismo, la actual recesión global sería el equivalente a la crisis de la década del treinta y la llegada del primer afroamericano a la presidencia semejante al giro político que condujo a la Casa Blanca a un patricio de la Costa Este al que se le atribuye injustamente el mérito de superar la Gran Depresión. Las similitudes se extienden a las relaciones entre EE.UU. y América Latina. Así como Roosevelt cerró el período de intervenciones militares en el Caribe y dio paso a la Política del Buen Vecino, algunos sectores políticos y académicos latinoamericanos esperan que Obama transmute la diplomacia hacia la región para satisfacer una lista de demandas que incluye desde el final del embargo a Cuba hasta una reducción de la insistencia en la lucha contra el narcotráfico.
Vale la pena recordar que la Política del Buen Vecino no fue particularmente benéfica para América Latina. La reducción de la presencia estadounidense dejó el campo abierto para que visitantes poco tranquilizadores, como la Alemania nazi, pudieran ingresar a la región. Al mismo tiempo, algunos gobiernos latinoamericanos vieron la oportunidad para avanzar sus ambiciones hegemónicas. El resultado fue una cadena de enfrentamientos: la guerra del Chaco entre Paraguay y Bolivia, el choque peruano-colombiano por Leticia y el conflicto peruano-ecuatoriano por la Amazonía. Entretanto, la decisión estadounidense de no intervenir en los asuntos internos latinoamericanos hizo más fácil la consolidación de dictaduras a todo lo largo del continente, desde Justo en Argentina hasta Batista en Cuba. Finalmente, el libre comercio se empantanó. Roosevelt trató de paliar los efectos del Acta de Aranceles de 1930 que había bloqueado el acceso latinoamericano a los mercados de EE.UU. con un entramado de acuerdos bilaterales.
Setenta años después, los desafíos de la administración Obama en América Latina no son tan distintos. También hoy, potencias como Rusia e Irán tratan de ganar influencia en el hemisferio. Asimismo, la democracia también se encuentra amenazada por fraudes electorales como en Nicaragua o por intentos de imponer un arreglo constitucional como en Bolivia. Las mismas dudas existen sobre el futuro del comercio después de la congelación del tratado Washington-Bogotá.
El dilema de Roosevelt y Obama sobre América Latina se asemeja mucho. Ante una profunda crisis económica, la cuestión es si EE.UU. mantendrá su compromiso con la democracia y el libre comercio en el hemisferio o se encerrará sobre sí mismo justo cuando América Latina se enfrenta al ascenso de proyectos políticos autoritarios que amenazan la libertad y el desarrollo de la región. A finales de la década del treinta, Roosevelt comprendió que necesitaba a sus vecinos del sur para detener la marea nazi y tomó una postura más decidida para frenar la penetración germana en el continente y respaldar las economías latinoamericanas. Obama no tiene tanto tiempo para entender que la seguridad y la prosperidad de EE.UU. y América Latina están indisolublemente unidas.

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