martes, 10 de marzo de 2009

Ciencias Sociales

El Comercio 10 de marzo del 2009

PUNTO DE VISTA

Sin integración ni hermandad
Por: Juan Velit Internacionalista

Cuando hace un año las Fuerzas Militares colombianas atacaron a las FARC en Angostura, territorio ecuatoriano, no imaginaron que iniciarían un espiral de tensiones que ha llevado a algunos analistas a expresar la precipitación de las decisiones que entonces se tomaron.

No habían pasado 24 horas de los hechos y Ecuador denunciaba a Colombia por incursionar en su territorio; Colombia ofrecía las disculpas pertinentes y Venezuela intervenía agitando las aguas, cuando ya se habían llevado los ejércitos a las fronteras.

Extrañó en la comunidad internacional que ninguno de los países recurriera al Pacto de Bogotá, a la Organización de Estados Americanos, a las Naciones Unidas.

A un año de estos acontecimientos, se mira con preocupación que el hermoso sueño del libertador Simón Bolívar sobre la integración y la hermandad latinoamericana sea solo un sueño y esté muy lejano de concretarse.

Lo cierto es que muchas de nuestras naciones todavía se miran con suspicacia y desconfianza, se arman y rearman y están en la mejor de las disposiciones para desplazar sus Fuerzas Armadas ante una ligera sospecha de amenaza. Para nadie es un secreto que durante los duros años de la Guerra Fría, Estados Unios creía que nuestras naciones adquirían material de guerra para un eventual conflicto contra el comunismo, pero nosotros in péctore sabíamos que nos armábamos contra nuestros vecinos.

Por ello es importante que nuestros líderes políticos inicien conversaciones para generar un instrumento de política internacional que aborde básicamente los problemas de defensa, seguridad y armamentismo, cuya ausencia corre el peligro de ahogarnos en un montículo de deudas por compra de material de guerra. Por ello este diferendo entre dos naciones hermanas ha tenido la peculiaridad de poner en evidencia algunas vulnerabilidades, como el desdén que se tiene por las poblaciones fronterizas.

Lo mismo sucede con nuestros servicios de inteligencia, cuyas metodologías y sistemas estructurales tienen una antigüedad que los hacen absolutamente inoperativos o, en caso contrario, solo sirven para unos problemas focalizados. Pero volvamos a este año de distanciamiento de estas dos naciones. El jefe de la inteligencia del Ejército ecuatoriano, el general Mario Pazmiño, fue subrogado de su cargo al no informar sobre el ataque de las Fuerzas Armadas colombianas. Lo mismo sucedió con el ministro de Defensa, Wellington Sandoval, y con el jefe del Comando Conjunto, Héctor Camacho.

Pero lo más notable de este descorrer de velos fue que el Grupo Irregular Armado Colombiano (GIAC) se convirtió en el principal objetivo a combatir del Ejército ecuatoriano. En el plano migratorio, también ha tenido su impacto este desgraciado alejamiento.

La migración de colombianos a Ecuador, como de ecuatorianos a Colombia, ha bajado notablemente y los planes de integración fronteriza, desgraciadamente, están congelados.

Si el presidente Uribe le dio un golpe muy fuerte a las FARC, principal problema para la seguridad colombiana, su imagen internacional como respetuoso personaje del derecho internacional ha quedado duramente mellada.

La comunidad de nuestra América mestiza no solo pide, sino también exige, que estas dos naciones hermanas reanuden sus lazos y pasen la página de la sospecha para iniciar una nueva etapa.

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