El Comercio 18 de junio del 2009
El truco de ser mago
Nunca creyeron que se dedicarían a la magia. Hoy, sin embargo, han sabido convertir su pasatiempo favorito en un divertido negocio
Bruno Tarnecci (24) coloca seis cartas sobre mis manos. Me pide que las baraje y, sin verlas, las ordena por colores. El truco no funciona: los colores siguen mezclados. Cuando le hago ver su error me dice con voz engolada “esto tenemos que solucionarlo” y en segundos agita la carta roja que inexplicablemente se convierte en negra. Le pido la carta y no encuentro nada fuera de lo normal. Bruno sonríe.
Él empezó a los dos años, cuando le regalaron una caja de magia, pero fue recién a los 10 que se entusiasmó realmente con sus primeros videos de magia. Después de algunas clases, ingresó a La Tarumba, donde conoció a sus dos grandes maestros: Fernando Zevallos y el desaparecido Sandro Gamarra. Con ellos incursionó en la magia de verdad y también en el circo.
En un principio su familia no asimiló que su hijo, que debía entrar a la universidad para ser abogado o médico, fuera solo mago. Si bien Bruno reconoce que no se ha hecho rico, ha obtenido grandes reconocimientos (como el premio Gran Prix de Magia latinoamericano, gracias al que fue contratado en Colombia e Italia, e invitado a China): “No tengo empresa ni trabajo fijo. Un mes me puede ir genial, porque me salen 20 shows, y otro me puede ir mal. Lo que importa es que soy feliz haciendo magia”.
Es común que en reuniones le pidan hacer trucos. “Quieren ver algo diferente, qué locura mágica estoy haciendo. Y, cuando la gente se entera de que me dedico solo a esto, me dicen que debo ser una persona muy feliz y se quejan de las ocho horas que trabajan en una oficina”. Pero también hay contras, como cuando es contratado para fiestas infantiles y los padres lo tratan como a un payaso.
Para Bruno, la magia es una sensación y el truco es un medio: “Hago magia de escenario y un poco de magia teatral. Creo personajes a los que les suceden cosas. Me alimento de las emociones que genero jugando con el asombro de las personas”.
YO VIVO DE MI HOBBY
Muy pronto Plomomagic (así se hace llamar Ernesto Carpio) cumplirá 2.000 presentaciones. Él nunca pensó ser mago. Aprendió a manipular las cartas con destreza y un día la mamá de su enamorada le pidió hacer un show para una sobrina. Ahí conoció a alguien del colegio Los Reyes Rojos que le propuso hacer un taller para niños. Luego fue contratado para eventos de Johnnie Walker, Mr. Frogg y Carlos “n” Charlie’s. Dos meses después se fue a Chile de vacaciones y en una parrillada le propusieron trabajar en la televisión, en la que estuvo seis meses.
“Así, sin querer, empecé a ser mago”, recuerda. En el 2002 viajó a Estados Unidos para pensar qué hacer con su vida. La meditación duró cuatro meses y cuando regresó, sin un mango, decidió dedicarse a la magia. Con el dinero que un amigo le prestó fundó la empresa Májika: “Viajé para hacer espectáculos, llamé a otros magos y se armó esto que nunca pensé tener”.
Ernesto estudió cuatro carreras pero no terminó ninguna. Increíblemente, su familia lo apoyó: “Dejaron que fuera lo que yo quisiera, y están felices de que sea mago y de que me vaya bien”.
Hoy, a los 32 años, no se queja de nada. Le va tan bien que asegura vivir casi un 100% de la magia: “Es lo que me ha dado de comer en los últimos años. No vivo con mil lujos, pero vivo feliz y hago lo que me gusta”.
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