miércoles, 9 de septiembre de 2009

Ciencias Sociales

El Comercio 09 de setiembre del 2009

PUNTO DE VISTA

Vivir para trabajar
Por: Gustavo Yamada Economista


Un sabio consejo transmitido de generación en generación es aquel que dice que “uno debe trabajar para vivir” y no tanto “vivir para trabajar”. Es decir, el trabajo debiera ser un medio para tener la capacidad adquisitiva suficiente que permita consumir los bienes y servicios necesarios para una vida saludable y disfrutarlos en un tiempo libre sustantivo. Lo contrario difícilmente sería satisfactorio, pues, si uno vive solo para trabajar, no tendría tiempo para poder disfrutar lo bueno que tiene la vida, ni para dedicarlo a la familia, al cuidado personal y al descanso reparador.

Hace poco se difundieron los resultados de una encuesta a taxistas en Lima Metropolitana. La prensa enfatizó en los resultados relacionados a la alta incidencia de coimas que solicitan o insinúan los policías a los taxistas para que puedan seguir trabajando (86% del total de taxistas). También se resaltó la inseguridad con la que trabajan, pues 58% de ellos han sido víctimas de asaltos mientras transportaban pasajeros. Por último, se enfatizó en el hecho de que un tercio de los conductores obtiene entre S/.800 a S/.1.000 mensuales y otro tercio entre S/.1.000 a S/.2.000 mensuales. El resultado que no trascendió fue que, para llegar a esos niveles de ingresos, los taxistas literalmente “viven para trabajar”: más del 60% trabaja por encima de 10 horas diarias. De ellos, más de la mitad tiene jornadas laborales de más de 12 horas diarias, que significan más de 72 u 84 horas semanales ¡dependiendo de si descansan al menos un día a la semana o no! Días después, otro titular indicaba que el 46% de los policías trabaja hasta 100 horas semanales para poder mantener a su familia.

¿Cuán extendido son estos casos de horas excesivas trabajadas en el Perú? Las últimas encuestas nacionales de hogares indican que un tercio de los trabajadores en Lima Metropolitana y demás ciudades del país labora más de 60 horas semanales y que, entre ellos, más de la mitad tiene jornadas mayores a 70 horas semanales. En un estudio que realizamos en el Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico encontramos que, efectivamente, las personas en el Perú reaccionan ante bajas remuneraciones por hora con un aumento de las horas trabajadas, lo que técnicamente se denomina una oferta de trabajo de pendiente negativa.

Es muy usual que esto ocurra en mercados laborales donde el subempleo es la primera opción laboral y que se exacerbe en épocas de crisis como la actual. La solución estructural a este fenómeno es la generación abundante de empleos formales más productivos que vayan absorbiendo el exceso de personas que tienen que recurrir al autoempleo y subempleo para no situarse en el desempleo abierto. Por ello, como parte del anunciado paquete de medidas para situarnos como país en el puesto 25 del ránking mundial de competitividad en el 2011, se han extrañado reformas en el campo de la legislación laboral, que hagan más flexible, más productiva y menos onerosa la contratación formal de mano de obra en toda clase de empresas.

CATEDRÁTICO DE LA UNIVERSIDAD DEL PACÍFICO

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