El Comercio 30 de octubre del 2009
EE.UU. INTRIGAS, GUERRAS... Y LÍOS DE FALDAS
Un centenario Salón Oval
WASHINGTON [EFE]. El Salón Oval, que si pudiera hablar tantas cosas contaría sobre la declaración de guerras, crisis mundiales… y líos de faldas, cumple mañana su primer centenario. Fue el 31 de octubre de 1909 cuando, según la Oficina del Historiador de la Casa Blanca, se introdujeron los muebles en la sala que pasaría a ser la oficina del hombre más poderoso del mundo: el presidente de EE.UU.
La construcción del pabellón de oficinas de la Casa Blanca, lo que con el tiempo pasaría a conocerse como el Ala Oeste, había comenzado en 1902, durante el mandato de Theodore Roosevelt.
Pero fue William Howard Taft el que ordenó la ampliación del Ala Oeste y la conversión de lo que había sido entonces el despacho del jefe de Gabinete, que tenía un extremo redondo, en un óvalo completo, para transformarlo en su oficina.
Fotografías como la célebre en la que el pequeño “John John” Kennedy salía entre las piernas de su padre por debajo del escritorio Resolute —hecho con la madera de una fragata británica y regalo de la reina Victoria de Inglaterra— se hicieron míticas.
Con la llegada de la televisión, las imágenes del despacho se asociaron a algunos de los momentos más solemnes de la historia reciente de EE.UU. Desde allí, el presidente Kennedy informó a la nación de la crisis de los misiles cubanos, Richard Nixon anunció su dimisión tras el escándalo Watergate y Reagan reaccionó después de que el transbordador espacial Challenger se desintegrara en el espacio.
También entre esas paredes curvas George Bush declaró la guerra a Iraq en enero de 1990. Doce años y dos meses más tarde, en marzo del 2002, su hijo George W. Bush protagonizaría la misma escena. George W. Bush fue también el responsable de dirigirse al país la noche tras los atentados del 11 de setiembre del 2001.
Pero si el Salón Oval ha sido testigo de algunos de los momentos más solemnes de la historia de EE.UU., también ha vivido sus momentos más escabrosos.
Y más que la guerra de Iraq o la dimisión de Nixon, su nombre evoca el de la becaria Mónica Lewinsky y su “relación impropia” con Bill Clinton. Quién no recuerda los lúbricos detalles, publicados en el informe del fiscal Kenneth Starr, acerca de lo que sucedía en el despacho durante las visitas de la becaria al mandatario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario