
El Comercio 22 de diciembre del 2009
RECETAS CONTRA EL ESTRÉS NAVIDEÑO
Controlando al Grinch
Por: Fernando Vivas Periodista
Quienes no simpatizamos con la Navidad, y damos cuerpo a esa multitud silenciosa que soporta codazos y paquetazos en las rodillas, que se aturde con la estática zonza de los villancicos a pilas, con la bulla, el tráfico, el protocolo para despedirse con una frase de buenos deseos, la convocatoria para reuniones que se cruzan en la agenda y compiten por elevarnos el estrés, estamos obligados a desarrollar mecanismos de defensa para sobrevivir las fiestas y controlar al Grinch interior, heredero del viejo Scrooge de Dickens, que a unos nos aflora más que a otros.
La estrategia dickensiana, la misma del Dr. Seuss (autor del Grinch), es rendirse al fin al enemigo. O sea, si no puedes contra Papá Noel, únete a él. Pero como no somos monstruos de fábula que se vuelve navideña en el último rollo, ni estamos en guerra con el prójimo festivo, propongo, sin llegar a la capitulación total y sin convertirnos en el pavo de la cena o en el tío regalón que se gasta toda su gratificación en prodigarse a los demás, los siguientes tres consejos prácticos:
Regala plata. Así te ahorras el ajetreo comercial, pero cumples con el primer mandamiento navideño que es regalar y no afectas el ciclo económico de diciembre, pues si bien no acudes al mercado, tu regalado sí lo hará con tu dinero. Ten la seguridad, además, de que el obsequiado lo va a recibir de buena gana. Si participas en algún intercambio, pide que se fijen precios de referencia y que la entrega de paquetes se haga sin mucha alharaca.
Come antes de medianoche. Así atenuarás el estrés navideño justo cuando escala a su cima perniciosa. Es una tortura para niños y grandes pasar hambre hasta las 12 clavadas. Si algún familiar cuadrado se niega a servir antes, abrúmalo con argumentos médicos sobre lo dañino de la espera. Y ya que citaste al doctor, empréndela de una vez contra la mezcla deflagrante de chocolate, chicharrón y champán.
Redescubre el valor de tu núcleo familiar y celebra con él. Procura evitar la Navidad de clan o panaca extendida, la portátil de sobrinos y regalos al mayoreo, pues en ella no falta el tío que obliga a emborracharse a todos, el pirotécnico desaforado, el impertinente que pide informes a cada miembro de la familia. Si los soportas, bien, porque te ahorras la chamba de festejar en casa; si no los soportas, quédate con tu pequeñita tribu, la única que te aguanta. Feliz Navidad.
RECETAS CONTRA EL ESTRÉS NAVIDEÑO
Controlando al Grinch
Por: Fernando Vivas Periodista
Quienes no simpatizamos con la Navidad, y damos cuerpo a esa multitud silenciosa que soporta codazos y paquetazos en las rodillas, que se aturde con la estática zonza de los villancicos a pilas, con la bulla, el tráfico, el protocolo para despedirse con una frase de buenos deseos, la convocatoria para reuniones que se cruzan en la agenda y compiten por elevarnos el estrés, estamos obligados a desarrollar mecanismos de defensa para sobrevivir las fiestas y controlar al Grinch interior, heredero del viejo Scrooge de Dickens, que a unos nos aflora más que a otros.
La estrategia dickensiana, la misma del Dr. Seuss (autor del Grinch), es rendirse al fin al enemigo. O sea, si no puedes contra Papá Noel, únete a él. Pero como no somos monstruos de fábula que se vuelve navideña en el último rollo, ni estamos en guerra con el prójimo festivo, propongo, sin llegar a la capitulación total y sin convertirnos en el pavo de la cena o en el tío regalón que se gasta toda su gratificación en prodigarse a los demás, los siguientes tres consejos prácticos:
Regala plata. Así te ahorras el ajetreo comercial, pero cumples con el primer mandamiento navideño que es regalar y no afectas el ciclo económico de diciembre, pues si bien no acudes al mercado, tu regalado sí lo hará con tu dinero. Ten la seguridad, además, de que el obsequiado lo va a recibir de buena gana. Si participas en algún intercambio, pide que se fijen precios de referencia y que la entrega de paquetes se haga sin mucha alharaca.
Come antes de medianoche. Así atenuarás el estrés navideño justo cuando escala a su cima perniciosa. Es una tortura para niños y grandes pasar hambre hasta las 12 clavadas. Si algún familiar cuadrado se niega a servir antes, abrúmalo con argumentos médicos sobre lo dañino de la espera. Y ya que citaste al doctor, empréndela de una vez contra la mezcla deflagrante de chocolate, chicharrón y champán.
Redescubre el valor de tu núcleo familiar y celebra con él. Procura evitar la Navidad de clan o panaca extendida, la portátil de sobrinos y regalos al mayoreo, pues en ella no falta el tío que obliga a emborracharse a todos, el pirotécnico desaforado, el impertinente que pide informes a cada miembro de la familia. Si los soportas, bien, porque te ahorras la chamba de festejar en casa; si no los soportas, quédate con tu pequeñita tribu, la única que te aguanta. Feliz Navidad.
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