domingo, 11 de julio de 2010

Ciencias Sociales







DEL EDITOR
La Guerra Fría es solo un recuerdo
Por: Carlos Novoa
Domingo 11 de Julio del 2010

La realidad superó la ficción. No hay otra manera de explicar la espectacularidad con la que Estados Unidos y Rusia resolvieron en tiempo récord un problema de espionaje.

De los detalles del canje y de la historia que le compete a la periodista peruana Vicky Peláez, quien aceptó finalmente que fue parte de la conspiración de espionaje ruso en Estados Unidos, se ha informado ampliamente. Tal vez, mirando desde una perspectiva global, se debe destacar el hecho de que el problema se resolvió porque existió tal voluntad de Moscú y de Washington.

Y también se resolvió porque la coyuntura actual favorece notablemente las relaciones entre Estados Unidos y Rusia. Desde que llegó a la Presidencia estadounidense el 20 de octubre del 2009, el mandatario Barack Obama trabajó para recomponer las relaciones con los rusos, venidas a menos por la presión que su antecesor, George W. Bush, les imponía.

Bush, de la mano de su asesora en temas externos y luego secretaria de Estado, Condoleezza Rice, diseñó una política de seguridad que constreñía el campo de acción de Rusia. La idea de establecer a la fuerza un escudo antimisiles en Polonia causaba escozor en Rusia.

Para Washington, aquel escudo era un sistema de defensa para frenar cualquier posible ataque proveniente de estados parias. Para Moscú era una afrenta a su orgullo y un peligro para su seguridad.

La política exterior de Obama difiere de la de Bush porque apela a entender idiosincrasias y sentimientos. Es decir, el nuevo mandatario respetó el orgullo nacionalista que Rusia apenas recuperó con la presidencia de Vladimir Putin, otrora funcionario de la agencia de inteligencia KGB.

La solidez económica rusa, basada en reservas de gas y petróleo, así como la posibilidad de que Moscú se convierta en un interlocutor ante una eventual amenaza nuclear de Irán, motivaron que Estados Unidos replanteara su visión de Rusia.

Sin duda, un intercambio de espías entre ambos países no hubiera sido posible en el gobierno de Bush. Ni siquiera se hubieran podido evocar los intercambios de espías que durante la Guerra Fría se realizaban en el puente de Glienicke, que unía Berlín Occidental con Alemania del Este.

Como lo mencionó el politólogo de Harvard Samuel Huntington en su libro “Choque de Civilizaciones”, “en el mundo de la posguerra fría, las distinciones más importantes entre los pueblos no son ideológicas, políticas, ni económicas; son culturales”.

Precisamente, en este contexto, Rusia y Estados Unidos superaron el incidente apelando más a coincidencias y obviando las diferencias.

Después de estos agitados días, los gobiernos de ambos países alcanzaron un nivel de entendimiento y confianza, tal vez nunca visto antes. La Guerra Fría ahora es apenas un recuerdo.

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