«La buena información que está oculta es inútil; la mala información que está fácilmente disponible es nefasta»
miércoles, 13 de octubre de 2010
Ciencias
PUNTO DE VISTA
Biodiversidad no es un detergente
Por: Erik Struyf Corresponsal en Brurselas
Miércoles 13 de Octubre del 2010
En pleno Año Internacional de la Biodiversidad y a apenas una semana de llevarse a cabo una cumbre decisiva de la ONU sobre la variedad de los organismos vivos y su conservación, para un número preocupante de personas el término resultante del cruce del adjetivo biológico y el nombre diversidad hace referencia nada menos que a un detergente. Lo dicen varias encuestas. En Europa, cuya opinión pública no suele ser de las más despistadas, un Eurobarómetro indica que solo el 38% de la población conoce el significado de la palabra ‘biodiversidad’ y solo un 17% es consciente de las consecuencias que puede acarrear la desaparición vertiginosa de las especies que pueblan nuestro planeta.
La ignorancia o la indiferencia reinan pese a que las cifras no pueden ser más alarmantes. Hace unos días un estudio efectuado por científicos británicos reveló que un quinto de las especies vegetales se encuentra en peligro de extinción y que la mayoría de las amenazas proviene de la acción del hombre. La ciencia es unánime al señalar que la desaparición de organismos vivos se viene produciendo a un ritmo entre 100 y 1.000 veces más acelerado de lo normal. Para quienes piensan que este problema no atañe al hombre, economistas con conciencia ecológica han calculado que las pérdidas de capital natural se pueden cifrar entre 2 trillones y 4,5 trillones de dólares anuales (solo la polinización de los cultivos efectuada por los insectos está evaluada en 200 billones de dólares anuales).
La Conferencia de las Partes de la Convención sobre la Diversidad Biológica (COP 10), que comienza el lunes 18 en Nagoya (Japón), no puede tener peores auspicios: la situación es grave y pocos son conscientes del problema o están dispuestos a afrontarlo. Una de las metas que se plantea fijar esta cumbre es que “a más tardar en el 2020 la población mundial sea consciente del valor de la biodiversidad y de los pasos que puede dar para conservarla y usarla de modo sostenible”. ¿Es realista plantearse que dentro de diez años no quede gente que piense en un detergente al escuchar el vocablo ‘biodiversidad’?
No menos ambiciosas son las otras dos grandes metas del encuentro de Nagoya. El objetivo de generar fondos para que los países en desarrollo puedan proteger su biodiversidad se viene topando con la mezquindad de los países industrializados. El objetivo de establecer un protocolo vinculante mundial para regular una distribución justa de los beneficios provenientes del uso de recursos biológicos se enfrentará al reto de hacer conciliables los intereses a menudo contrapuestos de gobiernos, comunidades y empresas.
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