jueves, 28 de octubre de 2010

Orientación y Consejería, Persona, Familia y RR.HH.







A PROPÓSITO DEL MALTRATO INFANTIL

La cara del niño
Por: Abelardo Sánchez Sociólogo


Jueves 28 de Octubre del 2010

Recuerdo una cifra de Bill Clinton: en Estados Unidos hay unos cuatro millones de niños que sufren maltratos físicos. La información incluía quemaduras por cigarrillos. La denominada violencia doméstica, la que ocurre en aquel espacio considerado todavía como el refugio, ese ambiente protector frente a las amenazas de la calle, se ha tornado sumamente peligrosa. Quienes allí conviven tienen el estómago en llamas, el alma enrarecida y la frustración a flor de piel.

Todo hace indicar que ciertos adultos no soportan la inocencia de las caras sucias y entienden a la familia y a la escuela como un rebuscado mecanismo que los vaya convirtiendo en la gente grande que ellos son. Les incomoda la naturalidad de la niñez, el hecho de vivir en una mente sin ataduras. La vida de los adultos ya está cincelada. Son un terrible dato de la realidad. La mano larga, la correa, la bofetada, el puntapié son solo los estertores que delata una ausencia de futuro. Un lapo, entonces. Un pellizco. Una jalada de orejas.

Los niños son el único tema de la agenda social que todavía se defiende a rajatabla. Los ancianos, lamentablemente, se las tienen que ver a solas, pero ante la idea de reproducir la civilización, los niños aún mantienen ese hálito de intocables.

¡No se les debe y no se les puede maltratar! Sin embargo, en su “Diccionario del siglo XXI”, Jacques Attali menciona estas escalofriantes cifras: desde hace 10 años, más de dos millones de niños han muerto en guerra. Trescientos millones de niños se ven privados de infancia, explotados por empresas, maltratados por adolescentes, martirizados por adultos. Una reivindicación mínima es que hasta los 12 años, al menos, sean alimentados, cuidados, vestidos, dotados de una morada y de tener unos padres que los protejan.

¿Qué puede haber en el corazón de un adulto para que durante 15 minutos haya golpeado y amenazado a un niño por haber rayado su auto con un clavo? ¿Cuántos adultos actuarían así en una situación semejante? La vida de un adulto en Lima no resulta fácil. Es una ciudad agreste, donde la gente se insulta de vehículo a vehículo. Todas las personas se han transformado en una sombra que nos invade. Y lo hace al punto trágico de no poder distinguir en el rostro de un niño el manantial de la montaña. Aunque sea un piraña. O un abandonado. O un niño viejo.

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