RINCÓN DEL AUTOR
El arte de gobernar
Por: Abelardo Sánchez León
Ollanta Humala ha accedido a la presidencia, pero no controla necesariamente el poder. Quienes han perdido en las últimas elecciones lo acosan, le demandan actitudes y están a punto de dictarle la agenda. En el Perú, hemos pasado de una clase dirigente propia de un país oligárquico a una clase política emergente, sobre todo a partir de los años noventa. Es una pena y una paradoja que los herederos del gobierno militar de Velasco fuesen Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos. Ese poder político inédito, conformado por personas que ingresaban a la esfera pública por primera vez, representó, poco a poco, los intereses económicos más tradicionales: aquel de los grupos empresariales acostumbrados a dictar el estilo de gobierno y el rumbo económico. A sus ojos, Ollanta Humala está aún en veremos. Desean domesticarlo. Le envían la tarea que debe realizar en casa.
Nuestra sociedad tiene una característica nefasta: quienes ostentan el poder aniñan al ciudadano, lo prefieren sumiso, obediente y no propician las condiciones que le permitan razonar autónomamente, que arriesgue, opte y asuma las consecuencias de sus actos. En otras palabras: evita que sea un adulto responsable. Desde que Humala obtuvo su triunfo, aquellos que fueron derrotados meten mano en su futura gestión y sugieren que se trata de un político inexperto e ignorante en el arte de gobernar.
Ollanta Humala propone, imagino, un gobierno concertado. Existen formas emotivas de gobierno: tensas, nerviosas, dramáticas, en contextos de confrontación radical; pero también hay administraciones que actúan con reglas compartidas, transparencia y diálogo constante. No deseamos un gobierno gritón como el de Hugo Chávez, tampoco polarizado como el de Salvador Allende, desordenado económicamente como el de Alan García en 1985 o autoritario como el de la familia Fujimori durante la década del noventa. El gobierno de Humala representa una nueva oportunidad. O se asume o se socava. Si no se avanza mediante el compromiso ciudadano, avanzar solo tendrá el brillo opaco de un spot publicitario.
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