PUNTO DE VISTA
¿El nacimiento de una nación?
Por: Virginia Rosas Ribeyro (*)
Paradójicamente, el primero en reconocer a Sudán del Sur –horas antes de la declaración oficial de independencia– fue Sudán del Norte, cuyo presidente, Omar al Bashir –en el poder desde 1989– impidió durante muchos años esta autonomía.
Desde el sábado pasado los sursudaneses, que decidieron su independencia a través de un referéndum en enero, están de fiesta y enarbolan orgullosos su nueva bandera. La elección de la independencia fue prácticamente unánime en el sur (98,83%), donde los habitantes son esencialmente cristianos o animistas y el 85% son analfabetos, mientras que en el norte se concentran los árabes musulmanes que detentaban el poder.
Sin embargo, sería ingenuo pensar que los conflictos y rivalidades después de décadas de guerra terminen aquí. Sudán ha perdido la tercera parte de su territorio y con él la mayor cantidad de sus recursos petroleros. Pese al presuroso saludo de Al Bashir, el viejo dictador no la tiene fácil, pues debe enfrentar la presión al interior de su propio partido, cuya ala radical no ve con buenos ojos la división del país.
Rica en recursos petroleros, pero prácticamente sin infraestructuras –apenas 5 kilómetros de pavimento– Sudán del Sur es una de las regiones más pobres del mundo. Los hidrocarburos dependen de un oleoducto del norte para su exportación.
Pese a la proclama de independencia, las negociaciones sobre la verdadera división del país están estancadas: el reparto de los recursos provenientes del petróleo no ha concluido y esto es esencial para la pacificación de la región. Tampoco se ha concluido un acuerdo sobre cómo se compartirá la deuda nacional sudanesa y persisten desacuerdos sobre la demarcación de fronteras.
Los enfrentamientos tampoco han terminado. Desde el referéndum de enero el ejército sudanés ha intensificado los combates: en Darfur, donde persisten grupos rebeldes apoyados por Yuba y en el sur de Kordofan, contra las milicias armadas que combatieron por Yuba durante la guerra civil, que oficialmente terminó en el 2005 con un acuerdo de paz.
No bastan, pues, las buenas intenciones. ¿Tener un himno, una bandera y una moneda propios son motivo para tanta algarabía?
El reto más importante de los sursudaneses es la lucha contra la pobreza y el subdesarrollo, en un país en el que –según cifras de la ONU– una adolescente de 15 años tiene más probabilidades de morir de complicaciones de parto que de terminar la escuela.
(*) Analista Internacional
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