IGNIDAD HUMANA
Bioética y derechos
Por: Hugo Calienes Bedoya (*)
Respeto por la dignidad humana es la clave del decreto. Por muy atractivas que se muestren las actuales y futuras investigaciones, si se olvida que el fin no justifica los medios, se termina yendo contra el claro principio kantiano: la persona (la humanidad) es un fin en sí misma y nunca puede ser instrumentalizada.
Además, hace hincapié en la visión personalista de la bioética. En América se ha venido cultivando la bioética principialista, por lo práctico de su aplicación. Esta bioética proviene de EE.UU. Su génesis fue la reacción indignada del gobierno por el Caso Tuskegee, experimento realizado con ciudadanos negros del estado de Alabama. Para evitar sucesos parecidos se creó una comisión que fijara criterios para todo ensayo clínico. El resultado fue el Informe Belmont, que fue luego reelaborado por T. Beauchamp y J. Childress, quienes ‘alumbraron’ los actuales principios de esta bioética. Por tratarse de una bioética adaptada carece de fundamentación antropológica y filosófica consistente (mezcla el deontologismo con utilitarismo consecuencionalista) y cuando se presentan los auténticos dilemas éticos, los derechos humanos salen casi siempre vulnerados.
En cambio la bioética personalista es mucho más rica y tiene un sólido fundamento antropológico y filosófico. Sus principios, si bien algunos se pueden solapar con los de la bioética principialista, por ser de carácter universal, son más completos y respetan la dignidad humana y sus derechos. Si hacemos una comparación entre ambas, fácilmente comprobamos las ventajas de una sobre otra de cara a esta defensa. Ahora es responsabilidad de los comités de bioética de hospitales, clínicas y centros de investigación, así como de los profesionales de la salud y medioambientalistas, iniciar una capacitación ad hoc para manejarse con soltura dentro de los principios de esta bioética.
(*) Rector Universidad Católica Santo Toribio De Mogrovejo – USAT
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