martes, 20 de septiembre de 2011

Ciencias Sociales






RAÚL FERRERO REBAGLIATI: CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE UN ILUSTRE CONSTITUCIONALISTA

Humanista, político y admirable orador

Por: Francisco Miró Quesada Cantuarias Director general
Martes 20 de Setiembre del 2011
Hoy se cumplen 100 años del nacimiento de Raúl Ferrero Rebagliati. Eminente jurista, catedrático, publicista y político, entregó su vida a la enseñanza en aulas escolares y universitarias, al desempeño de su ejercicio profesional como abogado y a la publicación de sus estudios de Ciencia Política, Derecho Constitucional, Derecho Internacional Público, Derecho del Trabajo, Economía, Historia del Perú e Historia Universal, disciplinas que dominó ampliamente, tal como lo evidencian los siete tomos en esas materias publicadas en sus “Obras completas”. Está en prensa el último tomo, referido al humanismo de nuestro tiempo, a la ideología marxista y otros estudios filosóficos, que he tenido el honor de prologar. Todos sus libros fueron escritos con un estilo vibrante, claro y de un vigoroso poder disuasorio.
En esta última obra, cita mi libro “Humanismo y revolución” y conviene conmigo al señalar que el humanismo que tiraniza no es humanismo, pues conduce al totalitarismo, lo cual nos recuerda el monólogo de Hamlet: “Aquella tierra de donde jamás regresan los viajeros”, así como su coincidencia con lo que sostengo sobre la sociedad justa y libre y apunta que “esta supone redistribución de ingresos, multipartidismo y organizaciones que hagan posible el hombre total”.
Murió a los 65 años, desapareciendo una personalidad extraordinariamente activa, de singular inteligencia, de agudo ingenio y de un calor humano que se expresaba en un nobilísimo culto de la amistad. Fui su amigo desde los primeros años del colegio. Tuve la suerte de ser su discípulo cinco años: tres en media y dos en la universidad.
A él le debo no solo un interés por la historia universal que, desde el colegio, no me ha abandonado nunca, sino el haberme dado cuenta de que la mejor de todas las pedagogías reside en la capacidad oratoria. Un profesor puede ser un pozo de ciencia pedagógica, puede haber estudiado todos los textos antiguos y modernos sobre la mejor manera de enseñar. Pero si no habla bien, si no llega con su verbo al corazón de sus alumnos, estos nunca podrán aprender de verdad. Solo el entusiasmo es capaz de abrir las puertas del saber y solo una palabra vibrante y cargada de mensajes es capaz de producir entusiasmo. Así era la palabra de Ferrero.
Inició su carrera docente en el nivel escolar, para luego formar a los miembros de las Fuerzas Armadas en la Escuela Militar del Perú, el Centro de Altos Estudios Militares y la Escuela Superior de Guerra Naval; a los diplomáticos en la Academia Diplomática del Perú; a los intelectuales y profesionales en el Colegio Universitario de San Marcos y la Pontificia Universidad Católica del Perú, en la cual fue decano de la Facultad de Derecho. Asimismo, fue decano del ilustre Colegio de Abogados de Lima, presidente del Consejo de Ministros, ministro de Relaciones Exteriores y de Hacienda y Comercio durante el primer gobierno de Fernando Belaunde; presidente de la Academia Nacional de Ciencias Económicas; presidente de la Comisión Nacional del Salario Mínimo Vital, integrada por empresarios y trabajadores, en la cual logró acuerdos unánimes para regular las remuneraciones de estos durante más de diez años. Fue miembro de la Corte Permanente de Arbitraje en La Haya y representante del Perú en conferencias y asambleas internacionales.
Como intelectual, como político, como maestro, como persona, Raúl Ferrero dejó una huella imborrable. Como amigo, su recuerdo será siempre luminoso. Me faltan palabras para describir lo que sentimos todos los que tuvimos el privilegio de ser amigos suyos. Empero, su obra escrita permite tener permanentemente presente su rico pensamiento.

Maestro y amigo

Por: Javier Pérez de Cuéllar Ex secretario general de la ONU
Martes 20 de Setiembre del 2011
Me honra y complace rendir homenaje a mi excelente maestro y amigo Raúl Ferrero Rebagliati en el centenario de su nacimiento. Además de recordar sus brillantes clases en la universidad, y su tan amena como culta conversación, tuve el privilegio de ser su inmediato colaborador como secretario general de la cancillería, cuando se desempeñó como presidente del Consejo de Ministros y ministro de Relaciones Exteriores durante el primer gobierno de Fernando Belaunde. En este cargo, observé su capacidad para tratar los problemas internacionales del país y aprecié la altura con que manejaba la política interna.
El presidente Belaunde siempre admiró en él su condición de maestro y en un homenaje señaló que pocos profesores en el Perú han tenido una clientela tan amplia de estudiantes, entre civiles y militares. Quiero destacar dos hechos posteriores a la culminación de su alta misión que son representativos de la simpatía y afecto que se tuvieron estos dos grandes peruanos. Si bien el protocolo dispone que la Orden El Sol del Perú en el grado de Gran Cruz la impone el canciller en Palacio de Gobierno o en la sede de la cancillería, el presidente Belaunde se percató de que Ferrero, por delicadeza, no había firmado la resolución concediéndosela, y decidió ir personalmente a su casa para realizar ahí la ceremonia de rigor y condecorarlo “por sus méritos de profesor habilísimo, de exponente preclaro de la inteligencia nacional y poseedor de las virtudes características de lo mejor que tiene el Perú”. Fue una reunión emotiva en la que ambos improvisaron históricos discursos. Meses después, el presidente lo escogió para que representara al Perú en la primera visita que hiciera un Santo Padre –Pablo VI– al nuevo mundo, en Colombia, y además, para que condecorase en su nombre al entonces presidente de la República de Colombia, Carlos Lleras Restrepo.
Raúl Ferrero Rebagliati fue nuestro gran catedrático de historia clásica en la Facultad de Letras y logró que nos interesemos en esa tan indispensable disciplina. Más tarde, fui su alumno de Derecho Constitucional y Derecho Internacional Público en la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica, materias que dominaba admirablemente. Debo agregar que su espíritu generoso hacía que siempre buscara la participación del alumno, generando el intercambio de puntos de vista que se retroalimentaban con nuestras intervenciones y sus oportunas y sesudas explicaciones.
Raúl Ferrero Rebagliati, de tan extraordinario talento, acompañado por su curiosidad intelectual, fue nuestro gran humanista, nuestro gran polígrafo, y lo fue en la forma renacentista a la que lo movía su alcurnia latina.
Versátil, elocuente, entretenido y vasto conocedor de los temas que nos exponía con convicción y profundidad, daba la impresión de que tenía mucho más que decir y se veía precisado a escoger los conceptos que mejor ilustrasen sus ideas. Su amplia cultura le permitía comparar con facilidad nuestra realidad con la de otros países en las distintas épocas de la historia.
El mayor elogio que puedo hacerle en esta ocasión es adherirme a las palabras pronunciadas por Jorge Basadre, hace más de 75 años: “Rindo homenaje al doctor Ferrero, no solo como catedrático y publicista distinguido, sino, fundamentalmente, como hombre generoso, amigo cordial, espíritu integral, amplio y maestro que vierte noblemente en la cátedra y en el periodismo, la cultura que ha atesorado, gracias a una admirable consagración al estudio”.

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