martes, 18 de octubre de 2011

Ciencias Sociales






COMENTARIO DEL EDITOR

La prensa, el poder y la corrupción

Por: Juan Paredes Castro
Martes 18 de Octubre del 2011
Pocas veces el poder político, la prensa y la corrupción ponen de golpe sus cartas sobre la mesa.
La coyuntura interna peruana no puede ser más propicia.
En otros escenarios latinoamericanos las cartas de compulsación de fuerzas se reparten entre la prensa independiente y el poder autocrático, sin olvidar que este encarna implícitamente grados de corrupción.
Hasta antes del discurso del presidente Ollanta Humala en la Asamblea General de la SIP que se realiza en Lima (lunes 17 de octubre al mediodía), la mayor expectativa giraba precisamente sobre cuán firmes y explícitas son las garantías que rodean en el país el libre flujo de las informaciones y opiniones y el papel fiscalizador de la prensa.
Se trataba de una expectativa que se movía en el ámbito de la SIP entre el beneficio de la duda y el temor de que un gobierno como Humala pudiese derivar en conatos de intolerancia y en medidas ad hoc autoritarias.
Humala tranquilizó al auditorio remarcando su respeto irrestricto a la libertad de prensa e invocando a los periodistas a ayudarlo a corregir errores y equivocaciones, lo que sugería, efectivamente, el reconocimiento del trabajo fiscalizador de la prensa frente a la corrupción, aunque este tenga que darse en medio de la intolerancia creciente de quienes son denunciados, como el vicepresidente Omar Chehade, que de cruzado de la imposición de leyes restrictivas a la prensa ha pasado a la condición de acusado de tráfico de influencias al más alto nivel de sus funciones.
El mandatario peruano insistió mucho en su reclamo por la verdad, pese a que ese reclamo lleva siempre a la vieja discusión subjetiva respecto de lo que ella significa para el poder y para la prensa. La verdad oficial frente a la verdad que se le opone, solo se zanja de una manera: con libertad. Su alusión al peligro de que los intereses económicos pudieran deslegitimar la búsqueda de la verdad, evitó la necesaria distinción de que la prensa es también una empresa cuya gestión económica exitosa debe garantizarle justamente la libertad de informar y opinar con independencia.
Bien pues por el respeto presidencial irrestricto a la libertad de prensa. Mal que la fiscalización de la prensa incomode a quienes están por debajo del presidente.

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