PUNTO DE VISTA
Y la nave va…
Por: Virginia Rosas Analista Internacional
El Sipri efectuó su investigación desde 1980 y en ella se reportaron 2.500 casos de barcos intervenidos. El problema es mucho más complicado de lo que parece a primera vista: en octubre del 2010 las autoridades nigerianas encuentran un cargamento de 240 toneladas de obuses y municiones en el barco Everest, un navío alemán fletado por la compañía francesa CMA-CGM (tercer grupo mundial en transporte de contenedores). El barco lleva un pabellón de las islas Marshall (Micronesia) y había cargado sus contenedores en Irán, país prohibido de exportar armas según una resolución de la ONU.
El material decomisado en Nigeria debía proseguir su camino hacia Gambia y de allí a un destino desconocido. El documento de flete señalaba “material de construcción” y la compañía CMA-CGM indicó que al momento de aceptar la carga no recibió ningún señalamiento en su sistema de alerta informática.
El estudio del Sipri pone el dedo en la llaga en lo que al tráfico de drogas se refiere. Porque si el 80% del comercio mundial se hace por barco y solo se puede controlar el 2% de lo que llega a los puertos, es prácticamente imposible detectar un cargamento de drogas. La mayor parte del tiempo los capitanes desconocen lo que transportan y deben confiar en lo que dice el documento del flete.
El Sipri señala que se podría evitar eventos como el del Eve-rest si existiera un sistema similar al del transporte aéreo, en el que se comparte información sobre naves sospechosas. Pero es cierto también que el volumen de carga aérea es infinitamente inferior.
Solo la CMA-CGM transporta diez millones de contenedores por año, lo cual hace imposible la tarea de pasarlos todos por escáner. Además llegan sellados y no se pueden revisar sin la presencia del cliente. Los traficantes conocen bien estos detalles y se refugian en compañías de prestigio internacional para enviar su mercancía, señala el informe. Los armadores, por su parte, ponen el grito en el cielo cuando se les quiere imponer la necesidad de responsabilizarse de lo que transportan.
No queda ninguna duda de que el tráfico de productos prohibidos (en el caso del Perú, la cocaína) no se detendrá si no existe una voluntad política globalizada para establecer normas internacionales y sistemas avanzados de control para las miles de naves que surcan los océanos.
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