
El Comercio 23 de abril del 2009
Volviendo al primer día y mirando el 2011
Por: Juan Paredes Castro
Cercano al tercer año de su segundo gobierno, Alan García tiene delante de sí el reto de su mayor compromiso planteado el 28 de julio del 2006.
¿Qué le escuchamos decir ese día que realmente nos impresionara? Una sola cosa fundamental, aunque fuese con cargo a inventario: que deseaba llevar al Perú a uno de los primeros lugares de crecimiento y desarrollo en América del Sur.
Era sin duda la evidencia más palpable de querer romper con el pasado desastroso de su primer gobierno, de asumir las reglas de una economía social de mercado que probablemente le iba a costar entender, de trabajar aún más por la inserción peruana en la globalización de los mercados y las inversiones, prácticamente al revés de su ideologizada recusación del pasado.
El solo hecho de imponer una meta ambiciosa a su gobierno en momentos en que el país crecía y la realidad le dictaba la necesidad de atender con seriedad la brecha social, y cuando todavía no se anunciaba en el panorama la crisis financiera internacional, representaba para García la oportunidad no solo de un desquite con su gestión anterior sino de una demostración de que se podía gerenciar el Estado de una manera distinta y superior.
Esto fue lo que rescatamos de aquel discurso inaugural: su idea de gerenciar inteligente y talentosamente el aparato público desde la jefatura del Estado (la presidencia) y la jefatura del gobierno (la presidencia del Consejo de Ministros). Lo que ocurrió en los meses que siguieron es que el verbo gerenciar solo pudo conjugarse en escasos niveles de la administración pública y apenas hoy se esfuerza por rescatarlo Nuria Esparch a través del proyecto de gestión que busca sembrar allí donde puede.
No es que con todo lo que el Gobierno ha hecho hasta hoy el país no pueda por lo menos orillar los primeros lugares de la región en crecimiento económico y desarrollo, inclusive con la crisis financiera internacional de por medio. El reto de García apunta más a fondo: a establecer las bases de una gestión pública visionaria y eficiente que haga posible y sostenible algunos de nuestros saltos cruciales pendientes en educación, salud, combate a la pobreza, seguridad ciudadana, lucha contra el terrorismo y el narcotráfico, entre otros.
Parte de esta tarea descomunal pasa por establecer una mejor estrategia concertadora con el Congreso, no para ganarse las simpatías de estas o aquellas bancadas refunfuñantes, sino para poner en agenda ciertas reformas constitucionales claves para el futuro institucional del país.
Volviendo al primer día y mirando el 2011
Por: Juan Paredes Castro
Cercano al tercer año de su segundo gobierno, Alan García tiene delante de sí el reto de su mayor compromiso planteado el 28 de julio del 2006.
¿Qué le escuchamos decir ese día que realmente nos impresionara? Una sola cosa fundamental, aunque fuese con cargo a inventario: que deseaba llevar al Perú a uno de los primeros lugares de crecimiento y desarrollo en América del Sur.
Era sin duda la evidencia más palpable de querer romper con el pasado desastroso de su primer gobierno, de asumir las reglas de una economía social de mercado que probablemente le iba a costar entender, de trabajar aún más por la inserción peruana en la globalización de los mercados y las inversiones, prácticamente al revés de su ideologizada recusación del pasado.
El solo hecho de imponer una meta ambiciosa a su gobierno en momentos en que el país crecía y la realidad le dictaba la necesidad de atender con seriedad la brecha social, y cuando todavía no se anunciaba en el panorama la crisis financiera internacional, representaba para García la oportunidad no solo de un desquite con su gestión anterior sino de una demostración de que se podía gerenciar el Estado de una manera distinta y superior.
Esto fue lo que rescatamos de aquel discurso inaugural: su idea de gerenciar inteligente y talentosamente el aparato público desde la jefatura del Estado (la presidencia) y la jefatura del gobierno (la presidencia del Consejo de Ministros). Lo que ocurrió en los meses que siguieron es que el verbo gerenciar solo pudo conjugarse en escasos niveles de la administración pública y apenas hoy se esfuerza por rescatarlo Nuria Esparch a través del proyecto de gestión que busca sembrar allí donde puede.
No es que con todo lo que el Gobierno ha hecho hasta hoy el país no pueda por lo menos orillar los primeros lugares de la región en crecimiento económico y desarrollo, inclusive con la crisis financiera internacional de por medio. El reto de García apunta más a fondo: a establecer las bases de una gestión pública visionaria y eficiente que haga posible y sostenible algunos de nuestros saltos cruciales pendientes en educación, salud, combate a la pobreza, seguridad ciudadana, lucha contra el terrorismo y el narcotráfico, entre otros.
Parte de esta tarea descomunal pasa por establecer una mejor estrategia concertadora con el Congreso, no para ganarse las simpatías de estas o aquellas bancadas refunfuñantes, sino para poner en agenda ciertas reformas constitucionales claves para el futuro institucional del país.
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