jueves, 22 de octubre de 2009

Ciencias Sociales

El Comercio 22 de octubre del 2009

PUNTO DE VISTA

Capacidad ociosa en consumo
Por: Jurgen Schuldt Economista*

Es conocido el concepto de capacidad ociosa en la producción, entendida como la condición micro o macroeconómica en la que no se utilizan plenamente los recursos de producción disponibles, especialmente el capital. Por ineficiencia, mala información o falta de demanda se produce por debajo de los niveles de capacidad instalada de la empresa o de la economía. En contraste, curiosamente, en el léxico económico no encontrará usted la noción de “capacidad ociosa en el consumo” (COC), que sería la enorme cantidad de dinero y recursos que se desperdician por subutilizar, malgastar o desechar bienes y servicios de consumo adquiridos por las familias.

Son muchos tipos de mercancías a las que se puede aplicar este concepto, desde bienes perecibles, pasando por los duraderos y los servicios. Piense usted, aparte de los envases, en la ropa, calzado, libros, juguetes, papel, medicamentos y demás que usted ya no usa, que están en buen o regular estado y que están almacenados o terminan en la basura. Más grave aún: ¿cuánta agua y electricidad desperdiciamos todos los días en nuestras casas?

Pero el caso más calamitoso es el desperdicio de alimentos en hogares y restaurantes. La semana pasada fue presentado “El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2009” de la FAO, en el que consta que “en 2009 hay 1.020 millones de personas subnutridas en todo el mundo”. Paralelamente, sin embargo, “45.000 millones de kilos de alimentos se botan en países desarrollados”.

Se entiende que lo que sobra de esas mercancías bien podría usarse más plenamente en sí o para otros fines bionergía, alimento para cerdos y perros, compost, etc.), dentro de campañas de “consumo responsable”. Y, en efecto, más y más grupos e instituciones buscan recolectar y seleccionar la basura para volverla a consumir, sea transformada (reciclaje) o convertida en “bienes públicos”. Incluso, teóricamente, es posible reconvertir la COC en su desperdicio equivalente en la esfera de la producción, ya que la parte ociosa de los bienes y servicios que adquirimos equivale indirectamente a la pérdida masiva de materias primas, maquinaria, equipo, divisas y esfuerzo realizados previamente para producir esas mismas mercancías.

De ahí que una serie de políticas para reducir la COC contribuirían a aminorar, tanto el deterioro del medio ambiente y de la salud humana, como la extinción de recursos naturales no renovables, entre otros efectos perniciosos que generan los desperdicios.

De ahí que será necesario convencer a los buenos economistas para que incluyan el concepto en sus textos, dada su importancia cuantitativa y su interés para fines educativos, de política económica y de cambio institucional. Sin embargo, la tarea será ardua, ya que aparentemente el concepto no cabe en el cerebro de quienes consideran que el homo economicus existe; es decir, que somos racionales, que estamos perfectamente informados, que siempre elegimos lo que maximiza nuestra utilidad psicológica y que ¡Nunca desperdiciamos un ápice de lo que adquirimos!

CATEDRÁTICO DE LA UNIVERSIDAD DEL PACÍFICO

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