
El Comercio 13 de noviembre del 2009
FILOSOFEMAS
La destrucción del Muro de Berlín
Por: Francisco Miró Quesada Cantuarias *
Durante la ocupación de Alemania, en 1945, cuando el Tercer Reich se rindió de manera incondicional a los cuatro países aliados (Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos y la Unión Soviética), su capital Berlín quedó dividida en dos mitades: la parte occidental de la ciudad fue ocupada por los tres primeros países y la oriental por el último. Berlín Oriental fue sometido a una férrea dictadura, típica manera de gobernar del comunismo imperante en la Unión Soviética bajo el mando de Stalin.
En la época en que se construyó el muro ya había muerto el siniestro dictador y gobernaba Kruschev, menos duro que Stalin pero dictador; además, aunque no fue sanguinario era el jefe del Partido Comunista. Naturalmente, quienes vivían de manera miserable en Berlín Oriental preferían mudarse a los barrios occidentales de la ciudad. Más de tres millones de hombres y mujeres se habían trasladado al sector de la ciudad occidental. Esto inquietó tanto a los soviéticos que, en 1961, comenzaron a construir un muro que impidiera este paso. El muro era infranqueable. Había sido levantado con hormigón, medía tres metros de alto y estaba rodeado de alambres con púas electrificadas. Tenía 300 torres de vigilancia con soldados entrenados que disparaban con una puntería casi infalible y además había 600 guardias fronterizos. Al intentar cruzarlo, perdieron la vida 239 alemanes que vivían en la parte oriental de la ciudad. El Muro de Berlín duró 28 años.
Pero nada es eterno en nuestra Tierra. En 1985 Mijaíl Gorbachov conquista el poder debido a un hecho que era perfectamente predecible: la economía de la Unión Soviética era tan absurda que, a pesar de la enorme potencia del país, había comenzado a desmoronarse. La mayoría de empresas llegaba a fin de año con fuertes pérdidas y el gobierno tenía que invertir ingentes cantidades de rublos para equilibrar sus economías. Para evitar que el derrumbe se produjera, Gorbachov procedió mediante la reestructuración y la transparencia. Su idea era pasar de un socialismo totalitario a un socialismo humano, en el que todos los ciudadanos pudieran vivir libres del temor de ser encarcelados y, con frecuencia, ejecutados bajo la menor sospecha de ser contrarios al régimen. Con estas ideas renovadoras, una de las primeras medidas del nuevo presidente del Kremlin fue destruir el Muro de Berlín. El 9 de noviembre de 1989 comenzó la destrucción. El júbilo ciudadano fue indescriptible. Los berlineses lloraban de emoción, se besaban, se abrazaban. ¡Por fin eran libres!
Un ideal que no morirá nunca en el corazón humano es el de la libertad. El que no es libre, aunque su falta de libertad sea compensada con numerosas prebendas, salvo que sea un anormal, siente, a pesar de que no quiera reconocerlo, una inevitable desazón y, por más que lo hayan concientizado, ve con tristeza y envidia a quienes viven en un mundo de libertad, en el que pueden expresar su pensamiento, de modo oral o escrito, practicar su religión sin trabas, o no practicar ninguna. El Muro de Berlín ha quedado como símbolo de la lucha entre la tiranía y la libertad. Y como esperanza de que la libertad habrá de imponerse algún día en todos los países del mundo.[*] Director General
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