El Comercio 1 de noviembre del 2009
HORA DE PLANIFICAR
Preocupa alimentar al mundo
Por: Neil Mac Farquhar
ROMA. Científicos y expertos en desarrollo en todo el planeta se apresuran a incrementar la producción de alimentos en 50% en las siguientes dos décadas para alimentar a la creciente población mundial, pero muchos dudan de sus posibilidades a pesar del amplio consenso de que hay suficientes tierras y agua, así como conocimiento y experiencia.
Según la FAO, la cantidad de personas famélicas en el mundo aumentó a 1.020 millones o casi una de cada siete.
La recesión mundial agregó por lo menos 100 millones de personas al privarlas de los medios para comprar alimentos, pero los números avanzaban lentamente aun antes de la crisis, señalaron las Naciones Unidas en un informe de octubre.
“La forma en la que administramos la agricultura mundial y la seguridad alimentaria no funciona”, señaló Kostas G. Stamoulis, economista de la FAO.
Agrónomos y expertos en desarrollo que se reunieron en Roma en octubre estuvieron de acuerdo en que están disponibles los recursos y el conocimiento para incrementar la producción de alimentos en 50% para el 2030 y 70% para el 2050. Se espera que los alimentos sirvan para 9.100 millones de habitantes.
El dilema es si se pueden producir alimentos en el mundo en desarrollo, y si los hambrientos realmente los puedan obtener a precios que puedan pagar. La pobreza y las condiciones difíciles de producción afectan los lugares que necesitan más una nueva producción, a saber, África subsahariana y el sur de Asia.
Una encuesta entre los expertos en Roma sobre si el mundo podrá alimentar a su población en 40 años subrayó la incertidumbre en torno a esa pregunta: 73 dijeron que sí; 49, no, y 15 se abstuvieron.
El efecto que tendrá el cambio climático en el tiempo y sobre las cosechas sigue siendo una pregunta abierta. La así llamada revolución verde de 60 y 70 terminó con el espectro de las hambrunas generalizadas en ese entonces, pero el costo ambiental de los fertilizantes químicos y la irrigación intensiva han estimulado una división encarnizada en cuanto a los ingredientes correctos de una segunda.
Además, la demanda de biocombustibles podría requerir el uso de tierras de cultivo. Hubo veintenas de disturbios por los alimentos en el 2008 y los precios del petróleo y otros impactos sobre el ingreso per cápita podrían rápidamente causar que millones de personas más tengan hambre, con efectos dominó de inestabilidad en todo el mundo.
La reunión final de líderes del Grupo de los Ocho ese mes en L’Aquila, Italia, empezó con US$15 mil millones listos sobre la mesa. Entones, el presidente Barack Obama pronunció un discurso en el que evocó la aldea keniata donde su padre pastoreaba cabras cuando era niño. En innumerables aldeas como esa, millones de personas enfrentan el hambre, dijo Obama, y cuando terminó de hablar, las cantidades prometidas subieron en US$5 mil millones, según varios funcionarios presentes.
No obstante, esas promesas siguen siendo turbias. Diplomáticos estiman que menos de un tercio a ligeramente más de la mitad del dinero representa compromisos nuevos que aún no se establecen; el resto, dicen, es ayuda existente que se replanteó.
Washington y sus aliados europeos también han empujado para que se deposite el dinero en una cuenta del Banco Mundial, que es lo que Estados Unidos preferiría, o trabajar por medio de Naciones Unidas o de organismos de ayuda nacionales, un enfoque que apoyan los europeos. Se rechazó ampliamente una propuesta inicial de Estados Unidos de un fondo unificado.
Estados Unidos, con la mayor cantidad prometida, US$3.500 millones, organizó una conferencia en Washington junto con Italia, realizada en setiembre, en un intento fallido por forzar los compromisos para que la secretaria de Estado Hillary Rodham Clinton pudiera anunciar los resultados en la Asamblea General de la ONU.
“Es algo difícil; no puedo darles una cantidad precisa por país”, dijo Renzo Rosso, un alto funcionario italiano de ayuda. “Pero la parte más difícil será hacer que todos trabajen juntos”.
Clinton califica con frecuencia la ayuda para la agricultura como un tema crítico, cuando dice que el Gobierno apoya los esfuerzos internos en los países en desarrollo y las mejoras en la producción de los pequeños campesinos, en particular las mujeres.
Y también está la cuestión de las cosechas genéticamente modificadas. No hay ningún otro tema que provoque semejante división emocional entre los agrónomos, que discuten si constituyen los ladrillos de una segunda revolución verde o una amenaza para la salud.
Los opositores responden que la agricultura orgánica es crítica para producir alimentos sanos y reducir el calentamiento mundial. El uso generalizado de los fertilizantes de nitrógeno ha contribuido enormemente a los gases invernadero y los vastos recursos acuíferos requeridos para la irrigación no son sostenibles, arguyen.
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