martes, 15 de diciembre de 2009

Ciencias Sociales

El Comercio 15 de diciembre del 2009

PUNTO DE VISTA
El Tratado de Lisboa
Por: Juan Velit Internacionalista

Desde el nacimiento de la Comunidad Europea, hace 50 años, no se había dado un cambio en la institución tan trascendental como el que se ha generado con el recién firmado Tratado de Lisboa.
El acuerdo de este documento señala el inicio de un nuevo rumbo político de la comunidad que le permitirá ampliar sus fronteras físicas y recibir la influencia de otros espacios geográficos al que se habían resistido, en un nuevo concepto globalizador.
Una de las más importantes novedades de este acuerdo será su Servicio Exterior de Asuntos Europeos (SEAE), que estará al mando de la recientemente elegida representante de Exteriores de la Unión Europea, la británica Catherine Ashton.
Este flamante servicio diplomático le conferirá a la UE una sola voz y una respuesta a la pregunta que se hacía, hace algunos años, el secretario de Estado Henry Kissinger cuando tenía urgencia de comunicarse con una figura autorizada de la Comunidad Europea e inquiría: “Ahora, ¿con quién hablo?”.
Muchas críticas se recibieron por la multiplicidad de opiniones sobre determinados temas. Margaret Thatcher llegó a decir que el Parlamento Europeo parecía la casa de Mickey Mouse, ya que su política exterior y su defensa rozaban el ridículo ante la solidez de las instituciones de EE.UU.
Ahora, con el Tratado de Lisboa, no solo se tiene un horizonte más definido, sino una sola voz para ser interpretado, una sola moneda, un mercado único y un espacio de libre desplazamiento de personas, empresas e inversiones.
En el futuro, la Unión Europea va camino de convertirse, si no lo es ya, en la superficie del planeta donde se pueda disfrutar de más derechos y mejor calidad de vida.
Su servicio diplomático nace de la unificación de la Comisión, que estaba en poder de la Comisaría de Relaciones Exteriores y de Política de Vecindad, y del Consejo, que sufría de evidentes carencias.
Su representación en el exterior no reemplazará a las embajadas de los respectivos países europeos, sino que estará en estrecha coordinación con estas, en defensa de los intereses regionales y de los ciudadanos comunitarios. Se debe considerar que ahora la Comisión Europea estará integrada por 27 comisarios que le confieren al grupo comunitario una fortaleza inédita, especialmente en lo que se considera podría suceder en el futuro: ser arrollados por las nuevas potencias emergentes.
Un hecho a acotar es que ni la flamante ministra ni el SEAE podrán pronunciarse sobre temas que previamente no hayan sido consensuados, ya que las delegaciones solo son portavoces de la política común europea.
Es de esperarse que las reformas que trae el Tratado de Lisboa, a aplicarse a inicios del 2010, sirvan como correa de transmisión para darle fluidez a las relaciones diplomáticas, económicas y culturales de los pueblos en aras de una convivencia justa y pacífica.

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