martes, 1 de diciembre de 2009

Orientación y Consejería, Persona, Familia y Relaciones Humanas

El Comercio 1 de diciembre del 2009

Barras, pandillas y seguridad ciudadana
Por: Gabriel Prado *
La trágica muerte de Paola Vargas trajo al debate nacional un tema de especial preocupación: el impacto de las barras bravas y las pandillas juveniles. Nada nuevo a decir de muchos, quienes semana a semana se sienten cercados y acosados por el despliegue violento de estos grupos juveniles.
Los días se han sucedido al igual que la multiplicidad de propuestas. Estas varían en una dicotomía que por momentos puede resultar absurda y aplicable a todos los temas vinculados a la inseguridad ciudadana. Tolerancia cero o tolerancia infinita. Falso dilema que no permite leer con serenidad el problema y encauzar las soluciones de manera seria y responsable.
La violencia juvenil no es problema que afecte solo a los peruanos, es una realidad que afecta a todos los países de la región; algunos han experimentado medidas fallidas y en otros estas han alcanzado relativo éxito. En el Perú se ha iniciado la discusión sobre el posible desborde de la violencia juvenil.
El impacto de la violencia juvenil no se puede descontextualizar, no es un hecho aislado. Es un serio indicador del creciente deterioro de la seguridad en nuestra ciudad. Es conocido que uno de los principales problemas sindicados como perturbadores de la tranquilidad pública es el accionar de las pandillas juveniles. El nivel de virulencia, el consumo desmedido de alcohol y drogas y la anuencia cómplice de la sociedad en general son un campo perfecto para sembrar el miedo y convertir los espacios públicos en campos de enfrentamiento.
Durante las últimas semanas se han repetido hasta la saciedad diferentes propuestas y alternativas. Cito algunos ejemplos:
“La violencia juvenil se combate con leyes más duras”. La normativa en materia de seguridad existe. Es cierto que falta cubrir algunos vacíos, pero con las normas que existen se puede encarar el problema. Si se aplicará correctamente la Ley 26830, que regula la seguridad ciudadana en espectáculos deportivos, se podría sancionar con severidad a quienes alteran la tranquilidad y el orden y a su vez hace responsable a los clubes de los daños materiales que sus socios ocasionen.
“Los adolescentes y jóvenes no pueden ser sancionados”. La construcción de una ciudadanía plena presupone que todos los adolescentes y jóvenes en nuestro país sean responsables de sus actos y las contravenciones a la ley deban ser sancionadas de acuerdo con una gradación. Orientarse hacia un sistema de responsabilidad penal juvenil, que considera desde la amonestación verbal, pasando por medidas socioeducativas, hasta la privación de la libertad, echa por tierra el argumento idealizado de que los jóvenes son impolutos.
“Las Fuerzas Armadas pueden combatir las barras bravas”. Invocar la participación de las FF. AA. es restar importancia y profesionalismo a la Policía Nacional para enfrentar el problema. Las experiencias exitosas desarrolladas por la policía dan cuenta de que sí están preparadas para encararlo. Pueden claramente conjugar estrategias y mesurar el uso de la fuerza.
“Restitución del servicio militar obligatorio”. Fortalecer la institucionalidad de las Fuerzas Armadas supone que todo el personal militar tenga capacidad e idoneidad para el cumplimiento de sus funciones. Los cuarteles no deben ser vistos como “reformatorios”. Por el contrario, deberían invitar a que los jóvenes voluntariamente encuentren en la formación militar una vía para el desarrollo personal. Los alcaldes que han propuesto esta iniciativa deberían preocuparse más por hacer que las oficinas de participación juvenil de sus municipalidades dejen de ser espacios aislados de la estructura municipal y se conviertan en espacios de escucha y creatividad de proyectos para adolescentes y jóvenes.
Empadronar a los barristas y no regalar entradas es otra de las medidas planteadas. Toda organización debe tener un mínimo de control sobre sus agremiados. El registro y control es una medida saludable que de implementarse de manera correcta contribuiría con la solución del problema. Pero los hechos van más allá de los límites de los estadios. El despliegue de las barras atraviesa urbanizaciones y distritos. Por lo tanto, el tema deja de ser estrictamente deportivo y se convierte en un asunto de seguridad pública.
No importa quién gana el clásico del fútbol nacional, menos importa quién campeona en el descentralizado. Lo importante es que el futbol y los demás espectáculos se conviertan en espacios de distensión y no en campos de enfrentamiento y violencia. [*] Investigador en temas de seguridad

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