
PUNTO DE VISTA
Porque te quiero, te digo que no
Quién iba a imaginar, en los turbulentos años 70 —pasada ya la revolución de París de Mayo del 68, en que los chicos reclamaban a gritos la imaginación al poder y la prohibición de prohibir— que 40 años después los adolescentes reclamarían más autoridad a sus padres y maestros.
Una encuesta realizada en Francia, a pedido de la Asociación de padres de alumnos de la enseñanza libre, ha arrojado este inesperado resultado: el 79% de los jóvenes manifiesta un sentimiento positivo hacia la autoridad, y 6 de cada 10 chicos juzgan que la autoridad, tanto en el círculo familiar como en la escuela, es insuficiente.
El resultado es más sorprendente aun cuando verificamos que solo el 66% de los padres acepta o se siente cómodo con la autoridad. El mundo al revés.
Estos adolescentes que hoy reclaman más autoridad son, justamente, los hijos y nietos de los “soixanthuitards”, que exigían más tolerancia a una sociedad extremadamente constreñida por las normas, en la que los niños no tenían derecho a la palabra y solo debían obedecer.
Vino entonces la ruptura de normas, la liberación de las costumbres y la permisividad de los padres, que ocasionaron el empoderamiento de los jóvenes, con todos los derechos y sin ningún deber que cumplir. Los padres, confundidos, no supieron cómo implantar el principio de autoridad, sin volver al autoritarismo de los viejos tiempos que ellos habían repudiado.
Los adultos lo saben. En la encuesta, el 82% de padres de chicos en edad escolar declaran que falta autoridad, tanto en la casa como en la escuela.
Curioso resultado encontramos cuando padres y alumnos responden sobre los profesores: el 65% de los jóvenes y el 66% de los padres piensan que los maestros tienen dificultad para imponer su autoridad. Una situación que se agrava porque, justamente, el 65% de los padres no reconocen esa autoridad.
Y así, entonces se da el caso de que cuando los profesores quieren imponer el principio de autoridad son desautorizados por los padres de familia, que apoyan a sus hijos solo por evitar un conflicto en la casa, con lo que se exacerba el círculo vicioso de la permisividad sin límites. Tanto así que una tercera parte de los adolescentes entrevistados señala que sus padres no saben decir no y están desesperados.
La adolescencia es una edad en la que se experimentan muchos cambios que producen angustia —a los jóvenes y a los padres—. Los adolescentes requieren de personas que los estructuren en su búsqueda de identidad y que los contengan cuando tienden a desbordarse. La ausencia de límites puede ser interpretada por ellos como carencia de afecto.
Algunos padres preconizan ahora el retorno al palmazo, a los gritos, a un autoritarismo que se confunde con la tiranía y que nada tiene que ver con los sanos límites que se imponen con coherencia, respeto, amor y, por supuesto, firmeza.
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