viernes, 20 de agosto de 2010

Orientación y Consejería, Persona, Familia y RR.HH.








FILOSOFEMAS
¿La ambición es buena o es mala?
Por: Francisco Miró Quesada C*
Viernes 20 de Agosto del 2010

Asombroso: unas 11.545 listas están inscritas para participar en las elecciones municipales y regionales. Y casi la mitad de ellas son de personas que aspiran a la reelección. Ante una situación tan singular es lógico preguntarse cuántos de ellos están de buena fe, es decir quiénes están motivados por una sana ambición y quiénes lo están por un afán desmedido de poder y de lucro. Ser alcalde o ser presidente regional es una oportunidad de acaparar mucho dinero con escasas posibilidades de ser denunciados y ser sometidos a juicio. Así es la situación en el país.
¿Cómo saber quiénes están motivados por ambiciones malsanas y quiénes lo están por el noble afán de ayudar a sus conciudadanos a progresar y a mejorar su calidad de vida? Para ello, habría que conocer personalmente y haber tratado a todos los candidatos y además estar enterados de sus correspondientes conductas, tanto de los hombres como de las mujeres. Mas, a pesar de esta imposibilidad, es importante saber que, entre las 11.545 personas que aspiran a los cargos municipales y regionales, el número de mujeres, sin ser igual al de los varones, es bastante elevado. Este hecho significa que el tradicional machismo de nuestra población ha disminuido ostensiblemente.
La ambición de poder es inconcebible para quienes, que no son pocos, no tienen apego por la política. Sin embargo, el mundo no podría existir si no fuese porque hay ambiciosos. Puede haber ambición literaria, poética, escultórica, pictórica, musical, filosófica, militar y otras más.
¿Pero en qué consiste la ambición? La palabra “ambición” proviene del latín y, como sucede en todos los lenguajes, tiene varias acepciones. Pero hay una de ellas de acuerdo con el gran historiador romano, Sallustio, que significa afán de figuración y de poder de ser rodeado por un cortejo de aduladores y seguidores. Esta acepción permite hacer algunas consideraciones sobre lo que, según mi opinión, es la ambición. Quien tiene ambición, hombre o mujer, siente un intenso deseo de lograr un fin. El fin perseguido varía de innumerables maneras. Veamos algunas de ellas. La ambición política es el afán de tener poder. Este afán puede ser positivo o negativo. Es positivo cuando se aspira al poder para servir a sus semejantes. Es negativo cuando lo que se persigue es dominar a los demás. Es la personalidad típica del dictador y del tirano.
La ambición económica consiste en el deseo de acumular dinero. Se caracteriza por ser insaciable. Mientras más dinero se tiene, más se quiere. Pero esta característica no siempre es negativa. Porque hay millonarios que son grandes mecenas o que establecen fundaciones para ayudar a los pobres. Como sucede siempre que se trata de valores, hay dos posibilidades: positivas y negativas.
La ambición poética consiste en ser un gran poeta. Es una ambición laudable, porque la poesía es una de las creaciones que más deleitan a quienes, sin ser poetas, gozan con la armonía del sonido y con la profundidad del mensaje poético. En nuestro tiempo, la armonía ha cambiado muchísimo y hasta hay poemas que no la tienen, pero poseen un ritmo y un mensaje que pueden ser extraordinarios.
Lo mismo se puede decir de las demás artes. En la pintura, el genio se manifiesta con gran intensidad. Su evolución desde la época de los grandes genios, como Leonardo da Vinci y Miguel Ángel, hasta la impresionista, la cubista y la abstracta, produce diferentes impresiones en nuestros días. Algunos la aprecian, pero otros la detestan. Lo mismo puede decirse de la literatura. Del estilo claro y de fácil lectura, de novelas, como las de Anatole France o, más recientemente, de Vargas Llosa, a los complicados malabares que se encuentran en las novelas del premio Nobel turco, Orhan Pamuk, hay un largo trecho. Y como sucede siempre, hay admiradores y detractores de la nueva literatura.
Tras estas disquisiciones, termino afirmando que la ambición, para bien o para mal, es la fuerza que mueve al mundo.
(*) Codirector general

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