lunes, 13 de septiembre de 2010

Ciencias Sociales









PUNTO DE VISTA
Una tempestad en una taza de té
Por: Maki Miró Quesada Columnista
Lunes 13 de Setiembre del 2010
En el año 1773 los habitantes de Boston se disfrazaron de indios, abordaron unas naves ingleses de la East India Tea Company ancladas en la bahía, y echaron por la borda cientos de cajas de té al mar.
Este acto simbólico tenía una raíz real y profunda: el descontento de los americanos con la política fiscal del rey George III; colateralmente dio la señal de partida a la guerra de independencia americana.
El episodio, conocido como el Boston Tea Party, es parte del folclor y tiene ingredientes que hablan directamente al corazón de muchos norteamericanos. David contra Goliat, los valores de la gente de a pié (‘the simple people’) versus los privilegiados- el triunfo del patriota solitario frente al establishment: los buenos contra los malos. Todo igual de vigente hoy.
Es un error creer que porque en las costas de los EE.UU. hay reductos liberales, donde se congregan los medios, los escritores, las artes y los miembros del mundo académico que prefieren buscar raíces históricas y soluciones consensuales a los problemas, no quedan muchos norteamericanos convencidos que ellos representan ‘un pueblo de frontera donde cada hombre hace su ley’. Es un error creer que porque los EE.UU. eligieron a un pensador con una vasta cultura se ha terminado el mito de John Wayne.
La extrema derecha de los republicanos ha resucitado el ‘Tea Party’ –una pequeña agrupación que en las elecciones presidenciales del 2008 sacó dos mil votos en Boston- que está en contra de cualquier intervención del estado, en contra de impuestos, sobre todo si van a la salud y a la asistencia de las minorías (‘cada hombre se vale por sí mismo’), que va cobrando fuerza día a día y que ha resultado ser el perfecto vehículo para Sarah Palin, mientras estrena su ‘reality show’ en noviembre.
La estrategia del Tea Party, versión siglo XXI, es hacer que el presidente Obama aparezca, en el mejor de los casos, como un ‘wimp’. O sea, un bobo, sin agallas, sin coraje, sin lo que se necesita para ser John Wayne y en el peor de los casos como un agente de Osama bin Laden. Obama no va a cambiar, ni debe, pero si puede defenderse con las armas que tiene a su alcance –el respaldo popular de los que votaron por él y un ‘think tank’ de primera- para enderezar la economía de una vez por todas.
El momentun creado por el Tea Party y que recoge la frustración de parte del 9.6% de desempleados es probable que le dé la victoria en noviembre a los republicanos, pero esta estrategia no servirá para el 2012 si de aquí a allá Obama alcanza las metas que prometió. Si no, solo le quedará irse cabalgando hacia el ocaso hasta desaparecer. Como John Wayne.
mmiroquesada@comercio.com.pe

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