viernes, 17 de septiembre de 2010

Ciencias Sociales




PUNTO DE VISTA

Dos formas de criminalidad en la política
Por: Juan Paredes Castro Editor de Política
Viernes 17 de Setiembre del 2010

El terrorismo, aquí y en la Cochinchina, busca que la violencia genere conmoción política y social. El ‘chuponeo’ telefónico, aquí y a donde vaya, perseguirá siempre afectar el interés público con contenidos que provienen de la invasión mafiosa del secreto de las comunicaciones. Y los medios de comunicación, que velan por el interés público, son a menudo puestos en el tenso dilema de hasta qué punto pueden hacer suyas informaciones obtenidas por medios ilegales e inclusive delictivos.

Un Xavier Barrón sugiriendo a Lourdes Flores la posibilidad de mover las cifras de la encuesta de Apoyo, ¿acaso no calza con este tenso dilema para los medios?

Terrorismo y espionaje saben pues a qué blancos sensibles apuntan. Y cuáles son sus presas. Dos caras de una misma moneda tenebrosa. Dos formas de criminalidad harto conocidas por los peruanos.

La primera, ejercida a sangre y fuego por Sendero Luminoso y el MRTA. Y la segunda, practicada contra la oposición democrática del 90 al 2000, por quienes precisamente reclamarían después como activo de su paso por el poder la pacificación del país.

Si el precio que tuvimos que pagar por esa pacificación fue perder la democracia, las libertades y los derechos humanos, a manos de quienes concentraron en un puño el poder político, militar y económico de entonces, sería mejor no hablar de ese logro, a menos que lo reconozcamos como el difuso borde plateado de una nube negra.

Presente el terrorismo solo en sus rezagos, el espionaje telefónico pretendería ahora ser actor protagónico del proceso electoral, en la medida que la complicidad permisiva con él contribuya a sus fines, desde la demoledora desestabilización de candidaturas hasta la desacreditación del propio sistema democrático.

Sean quienes fueren los que están detrás del chuponeo telefónico a Lourdes Flores están empleando, en función de los intereses electorales a los que sirven, nada más ni nada menos que métodos criminales exactamente idénticos a los que utilizó Montesinos contra los adversarios políticos de la autocracia pasada.

¿Es posible que los mismos hombres y mujeres que en una competencia electoral como la actual quieren abrirse paso al poder por la vía libre y democrática de una elección, consientan o promuevan desde las sombras la destrucción de dignidades y candidaturas como si se tratara de colgar y rebanar kilos de carne en un mercado?

¿Sería capaz el fujimorismo de arriesgar un retroceso a la cavernas en lugar de avanzar, en la enmienda de sus actos, hacia una democratización de sus cuadros que tendrá que ser puesta a prueba?

¿Alguien busca hacer volar en añicos la candidatura de Flores para acelerar una cómoda victoria de Susana Villarán y consiguientemente tener el cuco ideal de izquierda radical contra el cual toda alternativa subalterna podría ser buena? ¿O nos atreveríamos a pensar que cuántos de los que adhieren la candidatura de Fuerza Social tampoco podrían estar lejos de valerse del mismo delito, actuando coordinados o por su propia cuenta?

Es el momento de un deslinde muy fuerte de Villarán con el ‘chuponeo’ contra Flores y con los bandos radicales, entre ellos del humalismo, que comprometen gravemente su candidatura.

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