«La buena información que está oculta es inútil; la mala información que está fácilmente disponible es nefasta»
martes, 26 de octubre de 2010
Orientación y Consejería, Pastoral, Persona, Familia y RR.HH.
RINCÓN DEL AUTOR
El negro, el cholo y el abusador
Por: Mariella Balbi
Martes 26 de Octubre del 2010
Que la violencia cotidiana va in crescendo en nuestro país no es algo reciente. Lo relativamente nuevo es que se exprese cada vez con más intensidad en el mundo infantil y adolescente. Un verdadero termómetro de que estamos mal como sociedad, porque no hemos podido proteger al grupo humano más vulnerable de la brutalidad y del salvajismo de los adultos. Dos casos nos han estallado en la cara como dolorosos ejemplos de la desprotección en la que viven nuestros jóvenes. Clinton, de 13 años y origen provinciano, está tumbado en una cama paralizado por la golpiza que le propinaron sus compañeros de colegio, quienes lo insultaban constantemente llamándolo: serrano, cholo y provinciano. Clinton aún conserva algo de inocencia y se describe a sí mismo como humilde y respetuoso. Una vecina vio cómo tres escolares lo tenían tirado en el suelo y uno lo agarraba a feroces puntapiés, un linchamiento. Su presencia hizo que se detuvieran.
El agresor principal, menor de edad, da su descargo y solloza; afirma que Clinton lo llamaba negro permanentemente y también se sentía insultado. Niega cualquier agresión, la vecina es un testigo clave. Hay quienes afirman que el racismo va amainando en el Perú, no parece ser una realidad en el mundo del serrano ni en el del negro. El testimonio de Clinton deja entender que ese acento andino, tierno para algunos, fastidia y libera odio en los púberes limeños de segunda o tercera generación. No es descabellado pensar que esto se repite en todos los sectores sociales. Al despectivo calificativo de serrano se asocia también pobre, sucio y memo. Produce escalofríos escribir esto, pero es la realidad de nuestros adolescentes citadinos: golpear hasta matar si es posible y una gran inseguridad por su color de piel, por su manera de vestir.
En el espacio femenino la violencia cotidiana está imbricada perversamente con el sexo. El pedófilo y violador Carlos Visalot, atrapado con dificultad y con poco apoyo de las autoridades pertinentes, abusó de 14 niñas pertenecientes a la misma escuela estatal. Les tomó fotos desnudas, las grabó, las tocó, las obligó a tener sexo. Y aunque la expresión provoque náuseas, lo novedoso de todo esto es que las ‘niñas mayores’, de 14 y 15 años proveían de menores al miserable personaje por dinero. No mucha plata, 30 o 50 dólares, también pollo a la brasa. Eran ‘jaladoras’ y además se denigraban por dinero. Explorando su interioridad intuimos que su representación de lo femenino se basa en que el cuerpo, el sexo, el respeto por el otro se supeditan al dinero. También, que la mejor ‘arma’ de una mujer es su aspecto físico, siempre y cuando sea deseado y aprobado por los hombres, pedófilos o no. Cero en valores.
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