Detrás del sentido de Halloween
Por: P Gonzalo Len*
Alguna vez una persona me preguntó si la Iglesia “prohibía” la celebración de Halloween. La pregunta me resultó interesante porque ayuda a aclarar un punto: no se trata de reducir el asunto a una cuestión de prohibición, sino de ver el sentido de las cosas.Halloween tiene su origen en los cultos celtas de la fiesta de Samhain, celebrada los primeros días de noviembre, cuyo objetivo era “comunicarse” con los antepasados muertos a quienes se les ofrecían sacrificios y se les pedían favores.
Al pasar los siglos, distintas invasiones, migraciones y mezclas culturales llevaron a situar esta celebración pagana en las vísperas del Día de Todos los Santos. Es muy posible que, al asociarse con la idea del contacto con los muertos, más recientemente diversos grupos ‘neopaganos’ hayan introducido elementos satánicos y ocultistas convirtiendo como propia esta fiesta.
Así, lejos de quedarse en una inocente celebración, cada vez en más países el 31 de octubre es ocasión para celebrar misas negras y realizar otras prácticas relacionadas con el ocultismo y los cultos satánicos; incluso en el Perú, la noche de Halloween ha sido ocasión para varios robos sacrílegos.
Ahora bien, alguno dirá: “Pero para mí el Halloween es simplemente un pretexto para divertirme; no me interesan los cultos satánicos ni las brujerías ni nada por el estilo”.
Es cierto, para la mayoría de personas seguramente es simplemente eso. Pero, a menos que seamos banales, si celebramos algo, hay que preguntarnos qué celebramos; y si no celebramos nada, entonces ¿para qué celebramos?
Dejarse llevar alegremente por el ambiente es un absurdo, pues así como celebramos Halloween sin importarnos lo que está detrás, podemos terminar, como tantos, celebrando Navidad o Semana Santa sin fijarnos en el acontecimiento que se conmemora, perdiendo así ocasiones de remitirnos a nuestra identidad religiosa y cultural.
Pero, por otro lado: ¿Es una fiesta neutra?
En realidad, pocas cosas son neutras. Esta celebración nos presenta un caleidoscopio de lo ‘oculto’ como amigable, la brujería como actividad inofensiva, la muerte como realidad que se puede parodiar, y al demonio –con quien no se debe jugar– despojado de su peligro.
Además, la banalidad y el sinsentido tienen una dinámica difusiva. Los niños, que están en una etapa importante de formación, siguen el ejemplo de los mayores, de los medios de comunicación y del comercio.
Vale la pena entonces hacer el esfuerzo de pensar y manejar mejor todo lo que se está generando alrededor de Halloween. No es algo que simplemente se puede dejar pasar. Lo que la infancia copia inconsciente es una costumbre foránea que, adicionalmente, tiene una carga de valores negativos.
Curiosamente, al día siguiente la Iglesia celebra a Todos los Santos; es decir, recuerda y celebra a todos sus hijos que vencieron el mal y dieron un gran sentido a sus vidas. Esa celebración sí que está llena de valores.
(*) Sacerdote Sodálite
No hay comentarios:
Publicar un comentario