EL PAÍS DE HUMALA
Orden y justicia
Por: Richard Webb Economista
En enero del 2006, cuando Ollanta Humala irrumpió en el escenario político, escribí lo siguiente:
“Un recuerdo de muy niño. Era el año 1948, y jugaba con amigos en la calle Tarata en Miraflores cuando pasó un joven que evidentemente no pertenecía a la clase social A, como sí éramos los demás. Hubo un silencio y uno de mis acompañantes dijo en voz baja: ‘Es un aprista’.
Yo no sabía lo que era un aprista, pero se me grabó el color emotivo, de susto y de rechazo, que rodeaba el término. Hoy, en el tono subido de las reacciones ante Humala, escucho las mismas vibraciones.
Se critica justificadamente a Humala de no tener un plan de gobierno, pero la verdadera objeción no es a la falta formal –sabemos lo poco que valen los planes de los candidatos tradicionales– sino a los objetivos de fondo, que Humala no esconde, y que son la reivindicación clasista y el poner orden. Su agenda reúne dos reclamos que están en el centro de los problemas del país, por lo que merecen reflexión y debate, no la descalificación personal ni la distracción mañosa”.
Humala perdió esa elección, pero en mi opinión, había acertado en cuanto a los problemas centrales del país.
Cinco años después ya tiene un plan formal, su agenda es la misma y los reclamos del país son los mismos. Una gran proporción de los electores parece estar de acuerdo.
No es que el país siga igual. En el frente de la justicia hemos avanzado mucho. Hace cinco años, menos de la mitad de los hogares rurales tenía luz eléctrica; hoy es casi 80%. Más de la mitad de los campesinos hoy tiene un teléfono celular. Los caminos rurales se han multiplicado –la red total ha crecido 63% en diez años–, pero además han mejorado sustancialmente. La pobreza y la desnutrición se han reducido y el presupuesto promedio de la familia rural ha mejorado en 28% en cinco años, más que en las ciudades.
En parte, por los programas de alivio como Juntos, pero mayormente porque la población rural se está volviendo más productiva. Pero, electoralmente, se desconoce esa nueva realidad; en las ciudades nos olvidamos de las provincias; las dificultades siguen siendo enormes. Los políticos de todo color prefieren posicionarse como críticos.
Si en algo se avanza, en cuanto a la justicia, no puede decirse lo mismo en cuanto al orden. Todos los candidatos se han referido a la corrupción y a la seguridad ciudadana, pero cuando Humala levanta esas banderas, es más creíble.
Para los que no vivimos solitarios en medio del campo, o en un asentamiento humano sin policías, nos es difícil comprender la prioridad del miedo
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