PUNTO DE VISTA
¿Cómo remonetizarnos?
Por: Carlos Adrianzén Economista (*)
Por esto les advierto que en estas líneas me referiré a uno de sus ámbitos: la monetización como referente del tamaño del sector monetario formal y su influencia como restricción para el crecimiento de una economía (que observa altos índices de informalidad).
Toda esta complicada introducción tiene que ver con una noticia –popular la semana pasada– referida a algo que todos conocíamos. Que nuestro sistema financiero registraría aún índices de monetización opacos. De hecho, un simpático trabajo presentado por la SBS y preparado por una conocida universidad limeña, destacaba que la mayoría de peruanos mantiene sus ahorros fuera del sistema financiero, y que ocho de cada 10 ahorran bajo el colchón.
Aunque me parece que la visión planteada aquí omite un elemento fundamental (que el grueso de los peruanos no dispone de mayor capacidad de ahorro, ni de consumo de servicios formales), me preocupa mucho más lo sugestivo que resultaría que alguien nos hable ahora de inclusión financiera por decreto. Que resultaría por lo tanto impostergable, ineludible y prioritario que algún ente estatal –creado o por crearse– haga que todo el mundo tenga acceso a servicios bancarios (que por sus ingresos o por la ilegalidad de sus actividades simplemente no desea).
Este tipo de iniciativas son poco lúcidas. La obligación a ofrecer cuentas o servicios financieros sociales –léase: subsidiados– solo racionarán los mercados y obviarán el problema de fondo.
Este enfoca dos planos. Ante el desarrollo de las AFP, es sano reconocer que la liquidez del sistema sí ha crecido significativamente en los últimos años. Si solo consideramos a los bancos, la monetización (considerando M4 o masa monetaria total) bordea el 29,6% del PBI. Si consideramos toda la liquidez del sistema financiero, encontraremos en cambio que en la última década –de la mano con el crecimiento de la economía peruana– la monetización formal se ha elevado en un notable 12,8 % del PBI.
Pero el segundo plano es aun más destacable. Sin elevar productividades y desmontar castigos a la formalidad, cualquier intento bienintencionado de incluir a los financieramente excluidos está condenado al fracaso. Se requieren ingresos para demandar los servicios financieros formales.
(*) Decano de la Facultad de Economía de la UPC.
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