LA CAÍDA DE GADAFI
Libia y la primavera árabe
Por: Raúl Ferrero Costa Jurista
La primavera árabe se origina en Túnez, donde la tasa de desempleo llegaba al 14%, y los más afectados fueron los jóvenes universitarios que desencadenan una corriente de protesta contra el gobierno autocrático de Ben Alí, acusado de corrupción.
Los hechos de Túnez son la mecha que enciende la pradera de muchos de sus países vecinos. Con el derrocamiento del régimen tunecino, las poblaciones de los países cercanos reaccionan violentamente contra los regímenes dictatoriales propios.
Este ambiente se extendió a Egipto, donde el gobierno de Hosni Mubarak, ya desprestigiado y longevo en extremo, con elecciones sucesivamente amañadas hasta el hartazgo, provoca una ola de movilizaciones agresivas y violentistas, que terminan por traerse abajo, en febrero pasado, a un régimen que subsistía desde 1981, cuando Anwar Sadat fuera asesinado por un grupo extremista musulmán, camuflado en su guardia presidencial.
Luego de Egipto seguirían, aunque en menor grado, Siria, Argelia, Yemen, Jordania y otros, en que las multitudes se alzan exigiendo reivindicaciones.
Así, en el caso de Libia, el levantamiento armado contra Muamar Gadafi, desde mediados de febrero, en Bengazi, se tornó virulento y sin concesiones, hasta lograr la liberación del país de la férula de un régimen que llevaba 42 años, lo que culminó con la muerte del dictador, aparentemente en un tiroteo, en su bastión de Sirte, su ciudad natal. (La ONU exige, con razón, que las circunstancias de su muerte sean investigadas transparentemente).
El Consejo Nacional de Transición (CNT), presidido por Mustafa Abdel Jalil, reconocido por la ONU y por más de 60 países como representante legítimo del pueblo libio, ya anunció la liberación total del país y ha informado que, dentro de un mes, un gobierno de transición asumirá las riendas de la nación y deberá organizar elecciones generales dentro de ocho meses, luego de lo cual entregará el poder a una asamblea elegida por el pueblo.
Libia se convierte en la tercera víctima de la primavera árabe, que no necesariamente ha terminado con el advenimiento del otoño, en el que la temperatura ambiental no ha bajado mucho.
La tarea ahora será organizar un nuevo gobierno democrático, allí donde la costumbre ha sido más bien la monárquica tradicional, a la antigua, con escaso reconocimiento de las libertades fundamentales y una fuerte influencia religiosa musulmana en el manejo del Estado.
El reto por delante será cómo organizar un gobierno de corte democrático, en un país en el cual esa práctica no le es familiar. Además, cómo se podrá evitar que el pueblo recién liberado caiga en los fundamentalismos islámicos, como ha ocurrido en otros países cercanos, ahora que se ha anunciado que la sharia, ley islámica, será la fuente principal de la legislación y que será nula cualquier ley opuesta a ella.
Esta debería ser una ocasión para que la ONU se revitalice y aparezca en la escena con mayor presencia y colabore en la solución de este delicado problema, en la esperanza de que el régimen político turco sea uno de los referentes próximos para establecer el sistema que el pueblo libio apruebe.
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