PUNTO DE VISTA
¿Por qué es difícil ser un buen samaritano en China?
Por: Patricia Castro Obando Corresponsal en Beijing
La historia de Yue Yue, la niña de 2 años que fue doblemente atropellada y permaneció tendida en el asfalto ante la indiferencia de 18 transeúntes que no se detuvieron a socorrerla, ha conmocionado al país.
Pocos días después, una mujer migrante denunció que fue golpeada, violada y atada al borde de una carretera, y durante las dos horas siguientes ningún conductor paró para ayudarla.
Esta semana, la noticia de un camionero que atropelló dos veces a un niño de 5 años –la segunda de forma intencional para matarlo y no tener que pagar los gastos médicos– es falsa. De acuerdo con las investigaciones, el pequeño Xiong Maoke fue arrollado accidentalmente una sola vez.
Mientras que los vecinos le exigían al chofer una compensación inmediata –práctica común en China para evitar procesos judiciales–, los testigos sembraron los rumores en Weibo (el Twitter chino). Finalmente, fue el camionero quien llamó a la policía.
En los tres casos hay una constante que explica –aunque no disculpa– la actitud de las personas que dieron la espalda. El sistema de salud en China no es gratuito y hasta se paga por adelantado.
Muchos temen rescatar a un extraño y tener que solventar los gastos para que los doctores le salven la vida. O peor aún, terminar siendo denunciados por la familia de la víctima que le exige una compensación, lo cual no es extraño porque ya hay precedentes.
Además del motivo financiero hay otros factores involucrados. Varios testigos han manifestado su miedo a que se trate de una trampa. Especialmente de noche y en sitios apartados es común este tipo de emboscada donde el buen samaritano resulta asaltado por las supuestas víctimas y sus compinches.
Hay quienes culpan al materialismo que envuelve cada vez más a la sociedad china y que, unido a un vacío espiritual, ha disparado la desconfianza en el extraño que nunca puede ser el prójimo.
Pero hay algo más allá de todas estas excusas. Es el temor a meterse en problemas, incluso por hacer el bien. Se dice que no hay que entrometerse en asuntos ajenos para evitar complicaciones mayores.
Los analistas sostienen que este tipo de conductas brotan en contextos represivos donde para sobrevivir el ser humano empieza también a reprimirse. Entonces, la gente se acostumbra tanto a marcar la línea con el vecino que un día, no sabe cómo ni cuándo, se despierta solo, en un isla de 1.400 millones de extraños.
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