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jueves, 12 de agosto de 2010

Ciencias Sociales






CRÓNICA. AJEDREZ POLÍTICO
El último Gabinete de García
El jefe del Estado mueve sus piezas para rearmar su equipo ministerial. Mientras tanto, todavía no se sabe quién será el primer titular del recién creado portafolio de Cultura
Por: Cecilia Rosales Ferreyros
Jueves 12 de Agosto del 2010

En el Consejo de Ministros de ayer el jefe del Gabinete, Javier Velásquez Quesquén, habría recibido una felicitación directa del presidente Alan García por las gestiones que realizó en Quillabamba, donde algunos agoreros anunciaban algo parecido a lo sucedido en Bagua, aunque esta vez por las protestas sociales relacionadas con el gas.
Pasada la tormenta y tras la felicitación presidencial, fuentes consultadas por El Comercio señalaron que este nuevo escenario haría que se demoren un poco más los cambios en el Gabinete de tal manera que no se envíe el mensaje equivocado de que la salida de Velásquez, y de otros ministros, estaría asociada a este acontecimiento.
El mandatario, más bien, le daría prioridad a definir quién será el primer ministro de Cultura del Perú, para no restarle brillo a una juramentación que quedará en los anales de la historia peruana. El problema está en que García aún no habría encontrado a una personalidad intelectualmente brillante y con capacidad en gestión pública que acepte el cargo.
La disyuntiva presidencial estaría en si separa este nombramiento —el del ministro de Cultura— del otro gran paquete de cambios o los realiza todos en bloque, Las fuentes consultadas consideran que el titular de Cultura juraría al cargo solo. Luego se realizaría el cambio mayor.
Se comentó que son siete los ministros que saldrían del Gabinete, la mayoría debido a sus aspiraciones electorales: los de Comercio, Martín Pérez; Interior, Octavio Salazar; Agricultura, Adolfo de Córdova; Mujer y Desarrollo Social, Nidia Vílchez; y el jefe del Gabinete.
En este último caso, el presidente se enfrenta a la disyuntiva de necesitar un primer ministro para el último año de gobierno con el perfil de Velásquez, pero a la vez el partido lo requiere para reforzar la campaña electoral del Apra. Por eso, el mandatario trata de retener a Velásquez lo más posible mientras observan el desarrollo de las tendencias electorales.
Igualmente saldría el ministro de Educación, José Antonio Chang, interesado en volver a postular al rectorado de la Universidad San Martín de Porres (el cambio de autoridades es en enero del 2011). Su puesto lo asumiría uno de los viceministros que lo han acompañado durante sus cuatro
años de gestión. El titular de Defensa, Rafael Rey, quien ha expresado no tener aspiraciones electorales, también dejaría el Gabinete.
Entre los que se quedarían están el canciller José Antonio García Belaunde, Manuela García (Trabajo), Víctor García Toma (Justicia), Óscar Ugarte (Salud), Pedro Sánchez (Energía y Minas), Antonio Brack (Ambiente), Mercedes Aráoz (Economía y Finanzas) y Enrique Cornejo (Transportes). Este último sigue voceado como reemplazo de Velásquez Quesquén.
De los llamados ministros fantasma del Gabinete, José Nicanor Gonzales (Producción) y Juan Sarmiento (Vivienda) no se tienen noticias al respecto.
En relación con qué tipo de personalidades entraría a reemplazar a los ministros salientes, una fuente confiable afirmó que se buscaría formar un gabinete más político que técnico que asegure una transición ordenada.
Otra fuente comentó que el presidente ha mantenido la cuota de no más de un tercio de apristas en el Gabinete y que eso no cambiaría.

jueves, 6 de agosto de 2009

Ciencias Sociales

El Comercio 6 de agosto del 2009

PUNTO DE VISTA

Los verdaderos núcleos ejecutores
Por: Carlos M Adrianzén Economista*


Décadas de gobiernos —y educación pública socialistona— nos han dejado un penoso legado. Los peruanos creemos que el Gobierno y su gasto son los elementos básicos del desarrollo nacional. Aunque cualquier revisión minuciosa de la historia peruana confirma que nuestras etapas de mayor crecimiento económico nunca se han asociado ni con más gasto ni con mayores regulaciones estatales, la gente cree lo contrario.

Todo esto tiene una sencilla explicación: a los peruanos se nos ha educado mirándonos poco y rellenándonos de creencias estatistas. Aun hoy —en medio de una súbita recesión global que contrae significativamente exportaciones e inversión privada—, apostamos entusiastamente por inflar el gasto estatal manteniendo el tipo de cambio nominal virtualmente fijo. Lamentablemente, como cualquier estudiante de economía puede anticipar, esta combinación de dólar abaratado con gasto burocrático acelerado resulta poco inteligente. Día a día, con tasas de crecimiento económico desinflándose, todo sugiere que la economía peruana se encamina a una recesión. Una —nótese— que pudo ser razonablemente evitada.

Frente a este panorama, la clase política local culpa a las instancias burocráticas a todo nivel (local, regional o central). Les achaca carecer de capacidad de gasto; a pesar de que el ritmo anualizado de crecimiento del gasto de capital del Gobierno Central supera el 40% a junio pasado. En buen español: a pesar de sus hiperactivos afanes, se les culpa de —supuestamente— causar el enfriamiento acelerado de nuestra economía.

Como resultado de esta confusión, el presidente Alan García ha alborotado (infundadamente me temo) el gallinero político local. Muchos discuten en tono sesudo sobre la “descentralización del gasto”, o la viabilidad o lógica subyacente detrás de la implementación de núcleos ejecutores. Es posible que cualquier intento de acercar en manejo de los recursos fiscales a la gente implique niveles de eficiencia, transparencia y eficacia mucho mayores a los que hoy puede detentar cualquiera de los niveles de gobierno. Pero también es posible que estas buenas intenciones presidenciales se vean holgadamente bloqueadas y hasta desnaturalizadas por los múltiples planos legales de control de la asignación de los recursos públicos.

Por todo esto considero que hablar de núcleos ejecutores eficaces implica descartar viejas estafas ideológicas inculcadas desde los tiempos de la corrupta dictadura velasquista. El gasto público no es un motor de progreso. La iniciativa popular, descentralizada dentro del mercado, es el motor del progreso. Lamentablemente, lo previsible es que se siga apostando por esquemas ya conocidos. Y que la idea de aliviar tributariamente a la gente en el mercado configure en los hechos toda una escandalosa herejía.

(*) DIRECTOR DE LA ESCUELA DE ECONOMÍA DE LA USMP

jueves, 23 de abril de 2009

Ciencias Sociales


El Comercio 23 de abril del 2009

Volviendo al primer día y mirando el 2011
Por: Juan Paredes Castro

Cercano al tercer año de su segundo gobierno, Alan García tiene delante de sí el reto de su mayor compromiso planteado el 28 de julio del 2006.

¿Qué le escuchamos decir ese día que realmente nos impresionara? Una sola cosa fundamental, aunque fuese con cargo a inventario: que deseaba llevar al Perú a uno de los primeros lugares de crecimiento y desarrollo en América del Sur.

Era sin duda la evidencia más palpable de querer romper con el pasado desastroso de su primer gobierno, de asumir las reglas de una economía social de mercado que probablemente le iba a costar entender, de trabajar aún más por la inserción peruana en la globalización de los mercados y las inversiones, prácticamente al revés de su ideologizada recusación del pasado.

El solo hecho de imponer una meta ambiciosa a su gobierno en momentos en que el país crecía y la realidad le dictaba la necesidad de atender con seriedad la brecha social, y cuando todavía no se anunciaba en el panorama la crisis financiera internacional, representaba para García la oportunidad no solo de un desquite con su gestión anterior sino de una demostración de que se podía gerenciar el Estado de una manera distinta y superior.

Esto fue lo que rescatamos de aquel discurso inaugural: su idea de gerenciar inteligente y talentosamente el aparato público desde la jefatura del Estado (la presidencia) y la jefatura del gobierno (la presidencia del Consejo de Ministros). Lo que ocurrió en los meses que siguieron es que el verbo gerenciar solo pudo conjugarse en escasos niveles de la administración pública y apenas hoy se esfuerza por rescatarlo Nuria Esparch a través del proyecto de gestión que busca sembrar allí donde puede.

No es que con todo lo que el Gobierno ha hecho hasta hoy el país no pueda por lo menos orillar los primeros lugares de la región en crecimiento económico y desarrollo, inclusive con la crisis financiera internacional de por medio. El reto de García apunta más a fondo: a establecer las bases de una gestión pública visionaria y eficiente que haga posible y sostenible algunos de nuestros saltos cruciales pendientes en educación, salud, combate a la pobreza, seguridad ciudadana, lucha contra el terrorismo y el narcotráfico, entre otros.

Parte de esta tarea descomunal pasa por establecer una mejor estrategia concertadora con el Congreso, no para ganarse las simpatías de estas o aquellas bancadas refunfuñantes, sino para poner en agenda ciertas reformas constitucionales claves para el futuro institucional del país.