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viernes, 2 de septiembre de 2011

Ciencias Sociales







FILOSOFEMAS

¿Qué habría pasado si los árabes hubieran derrotado a Martel?

Por: Francisco Miró Quesada C Editor General
Viernes 2 de Setiembre del 2011
Este artículo se basa en lo que se llama un argumento contrafáctico. Es decir, desarrolla un tema que no pasó respecto de algo que sí sucedió. Por ejemplo qué habría pasado si Hitler hubiera ganado la guerra o cómo sería el mundo si no se hubiera inventado el automóvil.
Alrededor del año 732 dos jefes árabes, Tarik y Musa, invadieron España con un empuje increíble. En poco tiempo, atravesaron todo el territorio, con excepción de Asturias, que quedaba en una parte más bien alta de la península. Y en su veloz avance llegaron a Francia y continuaron su loca carrera. En aquella época, Francia, tal como es hoy, aún no se había formado como país unitario. Pero ya había, en ciertos lugares, una especie de autoconciencia de que constituían un territorio habitado por personas que lo consideraban como suyo y que no toleraban que alguien tratara de arrebatárselo. Este territorio se hallaba en lo que, en la Francia actual, se llama Poitiers.
No sé cómo era su organización política, pero estoy seguro de que Carlos Martel era el jefe de la pequeña población. Los árabes, como he dicho, siguieron avanzando sin descanso hasta que llegaron a Poitiers. Cuando llegaron a Poitiers, se encontraron con Martel que los esperaba rodeado por varios compañeros armados con los recursos de aquella época. Estaban montados sobre unos caballos enormes llamados percherones. Los caballos árabes eran muy veloces, pero no eran de gran estatura.
Cuando llegaron al lugar en que estaba Carlos Martel, se encontraron con una muralla impenetrable. Al tratar de atacar los árabes a los hombres que estaban al lado de Martel eran rechazados y muchos de ellos atravesados por las lanzas de los compañeros del vigoroso líder. Los árabes derrotados dieron marcha atrás y se dispersaron buscando cada cual un lugar seguro en el que estuvieran a salvo de las lanzas de los formidables guerreros de Poitiers.
Hasta aquí he escrito sobre lo que realmente sucedió. Pero hagamos ahora el relato contrafáctico que planteé al comienzo de este artículo.
Supongamos que los árabes hubieran ganado lo batalla y que Martel hubiera sido derrotado. Los árabes habrían conquistado un enorme territorio y lo habrían ocupado de modo cada vez más amplio. Francia no sería un país de religión cristiana sino musulmana. Y, de acuerdo a lo que sucede cuando un pueblo conquista a otro, lo probable es que trate de conquistar a los pueblos vecinos. De Francia habrían pasado a Alemania y de allí, probablemente, a Dinamarca y a Holanda. Y, como consecuencia de esta expansión, la civilización occidental no habría existido. Es cierto que los árabes habían sido influenciados por la cultura griega y que gracias a esta influencia lograron descubrimientos matemáticos y astronómicos importantes, pero este hecho no permite pensar que si hubieran dominado toda Europa hubiesen llegado a las extraordinarias creaciones de la ciencia occidental moderna.
Espero que este ensayo de interpretación contrafáctica haya entretenido al lector y que, además de que en caso no estuviera enterado de los hechos que relato en el presente artículo, le sean útiles para ampliar sus conocimientos históricos.
Mas regresemos a la realidad. El hecho innegable es que en nuestro país estamos atrasados en relación con otros países, pertenecemos a la civilización occidental y esta civilización proviene de manera directa de los siguientes hechos: de la cultura griega, de la romana y del cristianismo en sus diversas manifestaciones.

martes, 17 de mayo de 2011

Religión, Pastoral,Ciencias Sociales






PUNTO DE VISTA

Los cristianos en Egipto

Por: Juan Velit Granda Internacionalista
Martes 17 de Mayo del 2011
Hace muy pocas horas, setenta y ocho personas, en su mayoría cristianos coptos, resultaron heridas en un nuevo enfrentamiento con fundamentalistas musulmanes que los agredieron, en un confuso incidente callejero.
Este hecho se viene a sumar a los que se han suscitado últimamente en Egipto, como el que se generó en enero en Alejandría, donde murieron más de 25 cristianos coptos, agredidos por salafistas.
Desde la caída de Hosni Mubarak, el 11 de febrero último, los enfrentamientos sectarios entre musulmanes fundamentalistas y cristianos coptos han aumentado notablemente.
Los coptos, una minoría de aproximadamente 8 millones de fieles, vienen solicitando desde hace muchos años protección a las autoridades egipcias, ya que son agredidos permanente y sistemáticamente y, más aun, se considera que el régimen de Mubarak se hacía de la vista gorda ante tales actos de violencia.
Como se sabe, la Iglesia Ortodoxa Copta fue fundada en Egipto en el siglo I y el mismo nombre copto significa egipcio. Según la tradición cristiana, la Iglesia copta tiene su origen en las prédicas de San Mateo, autor del Segundo Evangelio.
La Iglesia copta tiene su propio Papa, que actualmente es Shenouda III, que vive en El Cairo y en los últimos años ha sufrido persecución y vejámenes por parte de las autoridades egipcias. Entre 1981 y 1985 fue sentenciado a arresto domiciliario y recluido en un monasterio ortodoxo situado en el desierto del Sahara.
Se considera que los coptos están principalmente repartidos en Egipto, Sudán, Etiopía y Eritrea y que podrían ser un total de 60 millones de fieles. Las persecuciones y agresiones se han llevado a cabo en países como Iraq, Egipto, Pakistán y Malasia con la clara intención de generar un clima de terror y provocar la huida de los cristianos, así como consolidar la presencia musulmana sin competencia de otros credos.
Las agresiones provienen de los salafistas, un grupo de musulmanes fundamentalistas de inspiración saudí que defienden la pureza del islam de las primeras generaciones. Este grupo tuvo en el régimen de Mubarak un perfil bajo, pero subyacía su presencia especialmente en las instituciones militares y fue gracias a la presión de esta facción que el régimen anterior emitió una ley que impedía la construcción y remodelación de iglesias en Egipto.
Precisamente, una de las causas por la que es investigado el ex ministro del Interior Habib el Adly es por su desinterés en detener la ola violentista que en enero permitió el asesinato de cristianos coptos en Alejandría.
El mundo, y especialmente el cristiano, exige a las autoridades detener esta ola violentista que amenaza a los hermanos cristianos en tierras egipcias.

miércoles, 6 de abril de 2011

Ciencias Sociales



PUNTO DE VISTA

Mundo árabe: ¿Y después qué?
Por: Virginia Rosas Analista Internacional
Miércoles 6 de Abril del 2011


Si hay a quienes no les gusta ni un poquito las revueltas en los países árabes reclamando democracia es a los movimientos extremistas islámicos como Al Qaeda, Hamas o Hezbolá. La “primavera árabe” tampoco cuenta con las simpatías de los halcones en Israel, porque demostraría que es posible la existencia de un Estado palestino democrático, tal como debe ser reconocido por la ONU en setiembre próximo. En ambos casos quedaría demostrado que las aspiraciones de cambio impulsadas por los jóvenes en la región van más allá del conflicto con Israel y esta es una ocasión de oro que la diplomacia de alto nivel no debería dejar pasar.

Sucede que los atentados del 11 de setiembre del 2001 le dieron a los radicales islámicos una relevancia en la agenda internacional que han comenzado a perder, una década después, con las revueltas que se iniciaron en Túnez y que no terminan de poner en jaque a los regímenes de la región. El islam político no ha logrado que los contestatarios adopten su mensaje como grito de guerra y hasta los chiitas de Bahréin hablan de derechos humanos y de democracia.

Esto quiere decir que, por primera vez en décadas, quienes se alzan contra los autoritarismos en Egipto, Yemen, Siria o Libia no son los islámicos radicales –que quieren instaurar la sharia como ley universal a punta de atentados– sino los ‘participacionistas’, que aspiran a adaptarse a la realidad democrática. En suma, los modernos que no están dispuestos a inmolarse en nombre de Alá ni de nadie, pero que quieren las mismas libertades que gozan sus congéneres en otros lados del planeta.

Pero aunque a la distancia pareciera que el movimiento es uno solo, la realidad cambia en cada país. No es lo mismo Yemen, “un híbrido entre civilización urbana y redes tribales”, como lo llama Gilles Kepel, que Egipto, en donde una coalición militar puede derrocar a un presidente.

Lo mismo sucede en Libia, país de fuerte arraigo tribal en el que si Gadafi se mantiene aún en el poder es porque los jefes tribales todavía no lo expulsan. Y solo lo harán cuando tengan dificultades para negociar sus hidrocarburos, que significan el 71% de su PBI, el 90% de sus ingresos y el 97% de sus exportaciones. Habría que ver si los países occidentales están dispuestos a aplicarle un embargo que los afectaría a ellos también.

Pero lo más sombrío en el futuro de estos movimientos es la sucesión. En países autocráticos, con sistemas policiales de represión, que han impedido el desarrollo de una oposición estructurada, es prácticamente imposible contar con una élite de sustitución. Y en ese caso