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martes, 16 de julio de 2019
lunes, 11 de noviembre de 2013
sábado, 7 de abril de 2012
Historia, Geografía y Economía
La desigualdad sí importa
Por: Waldo Mendoza *
Viernes 6 de Abril del 2012
En él se postula que la desigualdad no importa, que ese problema es de los nostálgicos del socialismo. “Si todos estamos mejorando, ¿por qué tendría que importarnos que algunos mejoren más?”, se pregunta el decano de la prensa nacional.
La desigualdad sí importa, y es extraño que no se conozca la montaña de conocimientos que existe en el mundo sobre este tema.
El editorial se escribió a propósito de las cifras corregidas de pobreza publicadas por el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), que registran su notable reducción. Esta buena noticia, según el decano, no ha alegrado a todos: “Siguiendo un poco cuestionado sentido común que fomentan los nostálgicos del socialismo, muchos han destacado que el dato ha venido acompañado por una noticia mala, que lo desvirtuaría: la desigualdad ha aumentado”.
Pero, “[... ]aún cuando fuese cierto que, al lado de la disminución de la pobreza, hubiese aumentado la desigualdad, resultaría necio leer esta segunda noticia como una que vicia la primera”.
Los que saben acerca de los efectos de una mala distribución del ingreso dicen, esencialmente, que una distribución desigual del ingreso genera externalidades negativas, para la sociedad y para la economía. El principal canal por el cual la desigualdad impacta negativamente sobre el crecimiento es la inversión privada.
Por una parte, la inestabilidad sociopolítica generada, cuando el nivel de desigualdad es muy alto, disuade la inversión privada, local y extranjera (Alesina y Perotti 1996, Figueroa 2003).
El aumento de la desigualdad también está asociado a un crecimiento en la tasa de criminalidad, lo que también desincentiva la inversión privada (Fajnzylber et al. 2002). En el largo plazo, la desigualdad impide que el crecimiento económico sea sostenido en el tiempo (Berg y Ostry 2011).
La desigualdad entonces, cuando es alta, atenta contra el crecimiento económico prolongado.
Por otro lado, en el editorial se menciona que la desigualdad, medida por el coeficiente de Gini (que fluctúa entre cero, igualdad absoluta, y uno, desigualdad absoluta), es 0,48, menor que el 0,50 registrado hace 10 años. Aquí el problema es mayor.
Como se sabe, el Gini lo calcula el INEI a partir de la Encuesta Nacional de Hogares. Esta encuesta tiene un problema que todos los que han investigado la distribución del ingreso saben: no capta los estratos más ricos de la población. Es, esencialmente, una encuesta a los trabajadores y, por lo tanto, el Gini de 0,48 está claramente subestimado.
La gente que ha estudiado sobre este tema, como Adolfo Figueroa, Gustavo Yamada o Javier Escobal, recalculan el Gini, que en realidad está en alrededor de 0,6, el mismo que encontraron Webb y Figueroa en 1975.
En resumen, en primer lugar, la desigualdad sigue siendo muy alta en el Perú. En segundo lugar, la desigualdad, cuando es alta, sí importa, porque atenta contra el crecimiento económico sostenido. Discutamos, en consecuencia, cómo reducir la desigualdad sin afectar en el corto plazo la viada que tiene el crecimiento económico actual, buscando garantizar la sostenibilidad de ese crecimiento. Sería muy interesante un editorial que aborde este importante tema.
[*] Jefe del departamento de economía PUCP
lunes, 6 de febrero de 2012
Ciencias Sociales
PARADOJAS EN DEBATE
La sabiduría es la causa de la ignorancia
Por: Alfredo Bullard Abogado
Sábado 4 de Febrero del 2012
Hace unos días un artículo del profesor Gonzalo Portocarrero, publicado en este Diario (“El espejismo de las rentas”, 1 de febrero del 2012) planteó una posición igualmente absurda. Sostuvo que la riqueza es la causa de la pobreza. Además, señala que la renta obtenida por las empresas mineras es también la causa de la corrupción y la inestabilidad política.
No me voy a detener en todos los errores económicos del artículo. Voy a ir al fundamento del mismo, de donde todos los demás errores son tributarios.
Escuché hace unos días una conferencia de Enrique Ghersi que grafica son claridad dónde está el error de Portocarrero y de otros con ideas similares.
Es absurdo buscar la causa de la pobreza, como es absurdo buscar la causa de la ignorancia. La pobreza y la ignorancia son incausadas. Ambas son el estado natural del hombre. Así aparecimos en la tierra. Nada causó ese estado. Al nacer estamos desnudos y somos ignorantes. Si luego de nacer no hacemos nada, permaneceremos en ese estado. Nada lo causó.
Por ello, si somos pobres, es porque no generamos riqueza. Decir que somos pobres porque somos ricos es como decir que somos flacos porque somos gordos, altos porque somos bajos o tontos porque somos inteligentes.
Lo que sí tiene causa (y causa conocida) es la riqueza. Si bien la pobreza no tiene causa, su desaparición sí. Lo que causa la desaparición de la pobreza es la riqueza, de la misma forma que lo que causa la desaparición de la ignorancia es el conocimiento. Quien diga que alguien es sabio porque se apropió del conocimiento de los ignorantes pertenece a la última categoría.
La causa de la riqueza es la creación de instituciones (como la propiedad, los contratos y la empresa) que premian e incentivan el esfuerzo y la innovación. Precisamente esas son las instituciones que los peruanos hemos creado los últimos años para fomentar la inversión.
La riqueza no es consecuencia de una simple operación aritmética de restar el costo del precio. Es al revés. Toda riqueza es la creación del esfuerzo y la innovación de alguien.
Portocarrero refleja la muy común y errada visión de creer que el mercado es un juego de suma cero en el que el más rico lo es porque alguien se hizo más pobre. La renta es, en sus términos, una riqueza que está allí flotando, que no se crea ni se destruye, solo de distribuye. Y lo que le molesta es que la distribución se dé por apropiación incausada. A partir de esa idea se deriva la interminable sucesión de errores de su posición.
Las mineras, como cualquier empresa, no se apropian de la riqueza. La crean. El oro, dentro del cerro, vale tanto como una piedra. Es la inversión, la tecnología y la organización productiva lo que permite ponerlo al alcance de quienes lo valoran y están dispuestos a pagar por él. Allí es donde la riqueza aparece en la escena. No antes.
Ese fue el mismo gran error de Raimondi al hablar del Perú como un mendigo sentado en un banco de oro. La riqueza no viene del banco. La riqueza será creada por los actos del mendigo, indiferentemente a si el banco es de oro, de piedra o de madera barata. Hasta que no aprendamos eso, seguiremos creyendo que crear riqueza es robar.
lunes, 23 de mayo de 2011
miércoles, 1 de septiembre de 2010
Ciencias Sociales

PUNTO DE VISTA
País rico, país pobre
Por: Jorge Medina* Contador
Miércoles 1 de Setiembre del 2010
¿Qué hace que un país sea catalogado como rico o pobre?
Tratemos de responder con dos casos. Primero China. Muchos estiman que en unas décadas más este país será la mayor potencia económica del planeta. China tiene más de la cuarta parte de las reservas internacionales del mundo y es el principal acreedor de Estados Unidos. ¿Diría usted que China es –o será– un país rico? Un caso más cercano: el Perú. Las reservas internacionales de nuestro país son 50% mayores a las de Chile y contamos con más recursos naturales que nuestros vecinos. ¿Quién cree que es más rico?
Que un país sea considerado rico depende de muchos factores, pero dos son fundamentales: En primer lugar, su nivel de competitividad y en segundo término lo que podríamos llamar los pilares ‘soft’ sobre los que sustenta su desarrollo sostenible. Es interesante notar que de los diez países más desarrollados del mundo, la mayoría son pequeños en tamaño y no cuentan con abundantes recursos naturales; sin embargo, son naciones prósperas y con altos niveles de calidad de vida.
¿Qué tienen en común?
Son los más competitivos del planeta y los de mejor índice de institucionalidad.
Varias naciones que participaron en guerras mundiales vieron literalmente destruidas sus economías e infraestructuras; sin embargo, en relativamente poco tiempo fueron capaces de reconstruirse y hoy son parte de los llamados países ricos. ¿Qué tendría que hacer el Perú, que ha avanzado bien macroeconómicamente, para llegar a ser un país rico? Focalizar en competitividad… y algo más.
Sentar las bases que hagan sostenible nuestra prosperidad requerirá desarrollar conductas y valores que permitan solidificar los cimientos de nuestra institucionalidad. Caso contrario será muy difícil combatir con éxito la corrupción, mejorar la seguridad ciudadana, reformar el Estado y la administración de justicia.
Esta cara ‘soft’ de la moneda, constituida por conducta y valores, es usualmente poco considerada; sin embargo, es fundamental si pretendemos mejorar en salud, educación e infraestructura, entre otros factores clave de competitividad.
La buena noticia es que el viento sopla a favor, dada la dinámica actual de nuestra economía. Solo nos hace falta mayor liderazgo para focalizar en lo que hace fuerte a una nación: sus valores.
(*) Country managing partner de Ernst & Young Perú
viernes, 26 de marzo de 2010
Ciencias sociales

INFORME DE LA ONU-HÁBITAT
Los más ricos de América Latina acaparan el 56,9% de la riqueza
Brasil es el país menos equitativo de la región, seguido por México y Argentina
Viernes 26 de Marzo del 2010
RÍO DE JANEIRO [EFE]. La desigualdad entre ricos y pobres aumentó en América Latina en las últimas décadas y en la actualidad el 20% de los más opulentos acapara el 56,9% de los recursos, mientras que en las ciudades de la región se hacinan 127 millones de pobres, alertó un informe divulgado ayer por ONU-Hábitat.
El 20% de la población más pobre recibe apenas el 3,5% de los ingresos, lo que hace de América Latina la región más desigual del mundo, según este informe divulgado en el seno del Quinto Foro Urbano Mundial de la ONU.
Brasil es el país menos equitativo, puesto que el 10% de los más ricos acapara más de la mitad de los ingresos (50,6%), frente al 0,8% que reciben los más pobres de la población.
México es el segundo país más desigual, pues un décimo de la población más acaudalado recibe el 42,2% de los ingresos, frente al 1,3% del mismo porcentaje de los más pobres.
En Argentina, en tercer lugar, el 41,7% de ingresos de la capa más alta de la sociedad contrasta con el 1,1% que reciben los menos favorecidos.
Los países más equitativos de la región son Nicaragua, Panamá y Paraguay, aunque en los tres las diferencias entre ricos y pobres son abismales.
LA CIFRA41 millones de pobres, el 25% de la población, había en las ciudades de América Latina en 1970. En el 2007 se registraron 127 millones de pobres, es decir, el 29% de la población urbana.
viernes, 14 de agosto de 2009
Religión

Fuente: Catholic.net
Autor: Oscar Schmidt Fuente: www.reinadelcielo.org
¿Ser pobre o ser rico?
La pobreza debe ser llevada con humildad al igual que la riqueza
Un tema delicado, sin dudas. Contradictorio al menos en apariencia, difícil de poner en palabras que conformen a todo el mundo. Para algunos, vale aquello de que “mas fácil es que pase un camello por el ojo de una cerradura, de que entre un rico al Reino de los Cielos”. Para otros vale aquello de que “la riqueza o pobreza de un alma está en el aspecto espiritual del término, no en el material”. De una forma u otra las Sagradas Escrituras dan referencias que podrían alimentar variadas interpretaciones, especialmente cuando el interesado tiene algún particular ángulo que desea priorizar.
De tal modo, los que se consideran a si mismos como “ricos” tratarán de encontrar en este escrito justificación a su riqueza. Y los que se consideran “pobres” buscarán encontrar aquí consuelo y promesa de “salvación automática”. Ni lo uno, ni lo otro. No es ese el espíritu de las diversas palabras que Jesús nos ha dejado sobre este delicado tema en los Evangelios.
El primer paso es comprender si riqueza material es sinónimo de casi segura condenación del alma. Recordamos el caso del joven rico que quiere seguir al Señor, y Jesús le pone como requisito el dejar atrás bienes y honores, y él tristemente deja alejarse al Salvador, mientras se queda atado a su riqueza. También el caso del rico que no da ni los restos de su comida al pobre que pide en la puerta de su casa. En muchas oportunidades Jesús nos ha marcado el peligro espiritual que acarrean los bienes materiales. Si, pareciera que es un hueco muy estrecho como para que pase el camello famoso.
Pero meditando sobre este asunto recordé a aquellos que fueron los mejores amigos de Jesús en la tierra. Ellos fueron muy probablemente tres hermanos: María Magdalena, Marta y Lázaro, hijos de Teofilo. Quizás la familia más rica de la Palestina de aquella época, en propiedades en Jerusalén, en Betania, y en muchos otros lugares. La casa de Betania era el lugar de descanso preferido de Jesús cuando subía a Jerusalén. A Lázaro y sus hermanas pedía Jesús muchos favores materiales cuando llegaban a El casos desesperantes de gente que necesitaba ayuda. Y los hermanos siempre respondían, fieles al Mesías que ellos habían reconocido en aquel Hombre de Galilea.
Si, los hijos de Teofilo eran ricos, riquísimos, pero supieron merecer la amistad del Señor. Jesús lloró cuando vio la tumba de Lázaro, y de hecho hizo de su resurrección el más impresionante milagro, en fecha ya cercana al Gólgota. Su hermana, María Magdalena, tuvo el honor de ser la primera persona que lo viera Resucitado. Vaya honor, ¿verdad? Nada está narrado por casualidad en los Evangelios, de tal modo que tan particular amistad entre la familia más rica del lugar, y Jesús, tiene que tener un significado profundo.
Leyendo un hermoso libro titulado “La Palabra continúa” encontré esta frase: “El rico que da con amor y caridad verdadera, es el que se hace amar y no envidiar del pobre”. De este modo, aceptar la propia riqueza proveniente de un trabajo honesto de los padres, o del propio digno esfuerzo, no es pecado si se la acepta para hacer buen uso de ella. Por supuesto que la riqueza basada en dinero logrado por malas artes no tiene mucha cabida frente a Dios. Pero la riqueza heredada o lograda con trabajo digno, es una manifestación de la Voluntad de Dios sobre nosotros. El asunto es qué espera Dios que hagamos con esos dones, porque sin dudas que es mucho el bien que, como Lázaro y sus hermanas, se puede hacer desde una buena posición económica y social, adquirida legítimamente.
Vistas así las cosas, el camello puede pasar por el ojo de la cerradura, pero con una responsabilidad y un esfuerzo que hacen la tarea muy difícil. La riqueza parece de esta forma asimilarse a una prueba ciclópea para el alma, más allá de que configura un gran don, una gracia que Dios concede. La gran pregunta de vida que las personas ricas deben hacerse es qué hacer con los bienes que Dios ha puesto en sus manos.
Si la riqueza nos enfrenta a semejantes pruebas espirituales, ¿es acaso la pobreza un don de Dios? Realmente lo es, es una ayuda muy grande que Dios da para encontrar verdadera humildad y sencillez en el corazón, puertas fundamentales para el camino a la santidad. ¿Es entonces pobreza sinónimo de salvación? Sin dudas que no. Un sacerdote amigo me decía que si bien es notable la soberbia de los ricos, es también impactante la soberbia de los pobres.
Me quedé mucho tiempo pensando en sus palabras, hasta que comprendí que se refería al resentimiento y desprecio por aquellos que tienen algo que uno no tiene, sea un bien material, cultural, o incluso espiritual. Ser pobre y vivir amargado por ello, es tan malo espiritualmente como ser rico y no hacer uso de lo recibido para el bien de los demás. En ambos casos se cae en una vida alejada del amor que Dios espera de nosotros.
La pobreza debe ser llevada con humildad también, al igual que la riqueza, haciendo de las carencias un agradecimiento a que Dios no nos somete a la prueba de la abundancia. Difícil tarea, ¿verdad? Suena más difícil que la tarea del rico, de hacer buen uso de lo recibido. Sin embargo, creo yo que, espiritualmente hablando, la tiene más difícil el rico que el pobre. Pero en cualquier caso queda en cada alma el saber como hacer de la situación que nos toca vivir, una oportunidad única de honrar a Dios con amor y verdadera humildad de corazón.
Si ser pobre o si ser rico, son cuestiones de este mundo material en que vivimos, cuestiones muy alejadas del destino de verdadera realeza que nos espera. Riquezas en este mundo, caminos que nos alejan de la genuina riqueza, si no sabemos utilizarlas para beneficio de los demás. Pobrezas y miserias en este mundo, un sufrimiento que puede ayudarnos a encontrar la estrecha senda al Reino, si las aceptamos con alegría de corazón y hacemos de ello un motivo de unión a la Pobreza del Resucitado.
Jesús tuvo una unión muy intensa con pobres, enfermos e indefensos, y una amistad profunda con algunos ricos pero bondadosos. Pero, por sobre todas las cosas, no olvidemos que los que lo enviaron a la Cruz fueron los ricos del lugar que no aceptaron que el Señor viniera a alterar su poder y comodidad, sus riquezas materiales, su dominio sobre los pobres. Y tú, rico o pobre, ¿qué haces con ello?
Autor: Oscar Schmidt Fuente: www.reinadelcielo.org
¿Ser pobre o ser rico?
La pobreza debe ser llevada con humildad al igual que la riqueza
Un tema delicado, sin dudas. Contradictorio al menos en apariencia, difícil de poner en palabras que conformen a todo el mundo. Para algunos, vale aquello de que “mas fácil es que pase un camello por el ojo de una cerradura, de que entre un rico al Reino de los Cielos”. Para otros vale aquello de que “la riqueza o pobreza de un alma está en el aspecto espiritual del término, no en el material”. De una forma u otra las Sagradas Escrituras dan referencias que podrían alimentar variadas interpretaciones, especialmente cuando el interesado tiene algún particular ángulo que desea priorizar.
De tal modo, los que se consideran a si mismos como “ricos” tratarán de encontrar en este escrito justificación a su riqueza. Y los que se consideran “pobres” buscarán encontrar aquí consuelo y promesa de “salvación automática”. Ni lo uno, ni lo otro. No es ese el espíritu de las diversas palabras que Jesús nos ha dejado sobre este delicado tema en los Evangelios.
El primer paso es comprender si riqueza material es sinónimo de casi segura condenación del alma. Recordamos el caso del joven rico que quiere seguir al Señor, y Jesús le pone como requisito el dejar atrás bienes y honores, y él tristemente deja alejarse al Salvador, mientras se queda atado a su riqueza. También el caso del rico que no da ni los restos de su comida al pobre que pide en la puerta de su casa. En muchas oportunidades Jesús nos ha marcado el peligro espiritual que acarrean los bienes materiales. Si, pareciera que es un hueco muy estrecho como para que pase el camello famoso.
Pero meditando sobre este asunto recordé a aquellos que fueron los mejores amigos de Jesús en la tierra. Ellos fueron muy probablemente tres hermanos: María Magdalena, Marta y Lázaro, hijos de Teofilo. Quizás la familia más rica de la Palestina de aquella época, en propiedades en Jerusalén, en Betania, y en muchos otros lugares. La casa de Betania era el lugar de descanso preferido de Jesús cuando subía a Jerusalén. A Lázaro y sus hermanas pedía Jesús muchos favores materiales cuando llegaban a El casos desesperantes de gente que necesitaba ayuda. Y los hermanos siempre respondían, fieles al Mesías que ellos habían reconocido en aquel Hombre de Galilea.
Si, los hijos de Teofilo eran ricos, riquísimos, pero supieron merecer la amistad del Señor. Jesús lloró cuando vio la tumba de Lázaro, y de hecho hizo de su resurrección el más impresionante milagro, en fecha ya cercana al Gólgota. Su hermana, María Magdalena, tuvo el honor de ser la primera persona que lo viera Resucitado. Vaya honor, ¿verdad? Nada está narrado por casualidad en los Evangelios, de tal modo que tan particular amistad entre la familia más rica del lugar, y Jesús, tiene que tener un significado profundo.
Leyendo un hermoso libro titulado “La Palabra continúa” encontré esta frase: “El rico que da con amor y caridad verdadera, es el que se hace amar y no envidiar del pobre”. De este modo, aceptar la propia riqueza proveniente de un trabajo honesto de los padres, o del propio digno esfuerzo, no es pecado si se la acepta para hacer buen uso de ella. Por supuesto que la riqueza basada en dinero logrado por malas artes no tiene mucha cabida frente a Dios. Pero la riqueza heredada o lograda con trabajo digno, es una manifestación de la Voluntad de Dios sobre nosotros. El asunto es qué espera Dios que hagamos con esos dones, porque sin dudas que es mucho el bien que, como Lázaro y sus hermanas, se puede hacer desde una buena posición económica y social, adquirida legítimamente.
Vistas así las cosas, el camello puede pasar por el ojo de la cerradura, pero con una responsabilidad y un esfuerzo que hacen la tarea muy difícil. La riqueza parece de esta forma asimilarse a una prueba ciclópea para el alma, más allá de que configura un gran don, una gracia que Dios concede. La gran pregunta de vida que las personas ricas deben hacerse es qué hacer con los bienes que Dios ha puesto en sus manos.
Si la riqueza nos enfrenta a semejantes pruebas espirituales, ¿es acaso la pobreza un don de Dios? Realmente lo es, es una ayuda muy grande que Dios da para encontrar verdadera humildad y sencillez en el corazón, puertas fundamentales para el camino a la santidad. ¿Es entonces pobreza sinónimo de salvación? Sin dudas que no. Un sacerdote amigo me decía que si bien es notable la soberbia de los ricos, es también impactante la soberbia de los pobres.
Me quedé mucho tiempo pensando en sus palabras, hasta que comprendí que se refería al resentimiento y desprecio por aquellos que tienen algo que uno no tiene, sea un bien material, cultural, o incluso espiritual. Ser pobre y vivir amargado por ello, es tan malo espiritualmente como ser rico y no hacer uso de lo recibido para el bien de los demás. En ambos casos se cae en una vida alejada del amor que Dios espera de nosotros.
La pobreza debe ser llevada con humildad también, al igual que la riqueza, haciendo de las carencias un agradecimiento a que Dios no nos somete a la prueba de la abundancia. Difícil tarea, ¿verdad? Suena más difícil que la tarea del rico, de hacer buen uso de lo recibido. Sin embargo, creo yo que, espiritualmente hablando, la tiene más difícil el rico que el pobre. Pero en cualquier caso queda en cada alma el saber como hacer de la situación que nos toca vivir, una oportunidad única de honrar a Dios con amor y verdadera humildad de corazón.
Si ser pobre o si ser rico, son cuestiones de este mundo material en que vivimos, cuestiones muy alejadas del destino de verdadera realeza que nos espera. Riquezas en este mundo, caminos que nos alejan de la genuina riqueza, si no sabemos utilizarlas para beneficio de los demás. Pobrezas y miserias en este mundo, un sufrimiento que puede ayudarnos a encontrar la estrecha senda al Reino, si las aceptamos con alegría de corazón y hacemos de ello un motivo de unión a la Pobreza del Resucitado.
Jesús tuvo una unión muy intensa con pobres, enfermos e indefensos, y una amistad profunda con algunos ricos pero bondadosos. Pero, por sobre todas las cosas, no olvidemos que los que lo enviaron a la Cruz fueron los ricos del lugar que no aceptaron que el Señor viniera a alterar su poder y comodidad, sus riquezas materiales, su dominio sobre los pobres. Y tú, rico o pobre, ¿qué haces con ello?
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