Suplemento Mi Hogar
LA COLUMNA DE COELHO
Un cuento de hadas
Por Paulo Coelho. Escritor
www.paulocoelhoblog.com
Maria Emilia Voss me contó esta historia en los años noventa, y yo he querido reproducirla aquí hoy:
En la antigua China, cierto príncipe de la región de Thing-Zda iba a ser coronado emperador. Antes, según la ley, él debería casarse.
Aconsejado por un sabio, convocó a todas las jóvenes de la región con la intención de elegir a la que fuese más digna. Una anciana mujer, que servía en el palacio desde hacía muchos años, oyendo los comentarios sobre los preparativos para la audiencia, sintió una profunda tristeza, pues sabía que su hija guardaba en secreto su intenso amor por el príncipe.
Al llegar a casa y contarle las novedades a la joven, se quedó admirada de escuchar que ella también pretendía comparecer.
--Hija mía, ¿pero qué puedes hacer tú en semejante lugar? Solo estarán allí las más bellas y ricas muchachas de la corte. ¡Quítate esa idea absurda de la cabeza! Yo sé que debes de estar sufriendo, ¡pero no transformes el sufrimiento en una locura!
--Querida madre: ni estoy sufriendo ni me he vuelto loca. Sé que nunca seré la elegida, pero es mi oportunidad de estar cerca del príncipe aunque sea unos instantes. Esto basta para hacerme feliz, aunque sepa que mi destino va en otra dirección.
Por la noche, cuando la joven llegó al palacio, allí se encontraban, en efecto, las muchachas más bellas, con las más hermosas ropas y luciendo las joyas más refinadas, dispuestas a luchar con todos los medios a su alcance por la oportunidad que se les ofrecía.
Rodeado de su corte, el príncipe anunció la prueba:
--Os daré a cada una de vosotras una semilla. Aquella que, dentro de seis meses, me traiga la flor más bella, será la futura emperatriz de China.
La joven recogió su semilla, la plantó en una maceta y, como no tenía mucha habilidad en el arte de la jardinería, cuidaba la tierra con gran paciencia y ternura, suponiendo que, si la belleza de las flores que vendrían era proporcional al tamaño de su amor, no debía preocuparse por el resultado.
Después de tres meses nada había brotado. La joven lo fue intentando todo, habló con labradores y campesinos, que le enseñaron los más variados métodos de cultivo, pero nada daba resultado.
Por fin, el plazo de seis meses se agotó, y no había nacido nada en su maceta. Aun sabiendo que no tenía nada para mostrar, decidió volver al palacio, consciente de que este sería su último encuentro con el bien amado.
Llegó el día de la nueva audiencia. La muchacha apareció con su maceta sin planta, y vio que todas las otras habían logrado buenos resultados: sus flores, riquísimas en formas y colorido, competían entre sí en belleza y frescura.
Finalmente, llegó el momento tan esperado: el príncipe entra y observa a cada una de las pretendientes con mucho cuidado y atención. Tras pasar por delante de todas ellas, anuncia el resultado: la hija de su sirvienta será su nueva esposa.
Todos los presentes empiezan a quejarse y a decir que ha elegido justamente a la que había fracasado en su tarea.
Fue entonces cuando, tranquilamente, el príncipe desveló el motivo de la prueba:
--Ella fue la única que cultivó una flor que la hizo digna de convertirse en emperatriz: la flor de la honestidad. Todas las semillas que entregué eran estériles, y de ellas nada podía brotar.
(c) Traducción del portugués: Diego Chozas Ruiz-Belloso
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