martes, 10 de marzo de 2009

Orientación y Consejería, Persona, Familia y Relaciones Humanas

El Comercio 10 de marzo del 2009


PUNTO DE VISTA
El don del perdón
Por: Daniel Fischman Ingeniero
Cuentan que dos niños que jugaban con una espada empezaron a pelear por quedarse con ella. Uno la agarró del mango; el otro, del extremo filoso. Los dos forcejeaban con ella, agarrando cada vez más fuerte cada extremo. El que cogía la espada por el extremo filoso se hería la mano, pero como quería la espada a toda costa no estaba dispuesto a soltarla.
Esta es una buena analogía de la rabia o del dolor que sentimos cuando algo malo nos pasa o cuando alguien nos hace daño. La rabia y el dolor son como el filo de la espada, que muchas veces, al igual que el niño, agarramos con fuerza, sin soltarla. Al no perdonar y soltar el sentimiento negativo, terminamos desangrándonos y haciéndonos daño.
Uno cree que, cuando no perdona, le hace daño a la otra persona que nos lastimó. Pero es al revés. No perdonar nos hiere a nosotros mismos. Según el doctor Fred Luskin, experto en temas de perdón de la Universidad de Stanford, las personas que no perdonan tienen más alta la presión arterial y tres veces más riesgo de sufrir un ataque al corazón.
Imagine las siguientes situaciones: su pareja le sacó la vuelta, su mejor amigo lo traicionó, lo despiden sin aviso previo, un colega habla mal de usted a sus espaldas. Sin duda que estas experiencias le generarían mucho dolor o rabia, entre otros sentimientos negativos. Pero una vez que hacemos el duelo natural como consecuencia de estos actos, tenemos dos posibilidades: quedarnos con la rabia y contar nuestra tragedia a todas las personas, mostrándonos como víctimas; o hacernos responsables de nuestros sentimientos, tomar el control y perdonar.
Muchas personas no perdonan porque ser una víctima tiene sus beneficios. Existe una persona a quién echarle la culpa de nuestros problemas y, al contar nuestra historia, ganamos la simpatía de los demás. Pero perdonar nos devuelve la paz interna y evita que nuestro dolor se convierta en enfermedad.
El Dr. Luskin dice que las personas tienen la tendencia a generar reglas sobre terceras personas y, cuando una regla no se cumple, tendemos a ofendernos y generar rabia. El problema es que, cuando uno trata de que se cumpla una regla que no depende de uno, nos molestamos y nos da rabia e impotencia. A más reglas, habrá más posibilidad de sentirnos heridos y defraudados.
Pero, como dice Luskin, ¿qué sentido tiene molestarse por algo que no depende de uno? Por ejemplo, supongamos que usted valora mucho la puntualidad y que su esposa se demora arreglándose y llega tarde a un compromiso. Usted está indignado. Las cosas no salieron como usted quiso. Pero la demora de su esposa no está bajo su control, entonces ¿por qué indignarse? Esto no significa que usted ignore el problema. Para arreglarlo, no necesita estar molesto; es más, estar tranquilo le permite afrontar mejor la discusión con su esposa para llegar a un acuerdo de cómo mejorar su puntualidad.
Deje de molestarse por las cosas que no dependen de usted. Aprenda a perdonar y a liberarse del dolor para lograr la paz que le permitirá afrontar la vida.
CATEDRÁTICO DE LA UPC

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