lunes, 13 de abril de 2009

General

Fuente: portal.educ.ar


Actualización docente: alumnos nativos y docentes inmigrantes

La actividad docente se ve atravesada hoy por nuevas preocupaciones. A los desafíos tradicionales que supone la actualización en materia de educación, hoy se suma el “desequilibrio” entre profesores y alumnos en cuanto al manejo de las tecnologías: los nativos digitales se caracterizan por nuevas formas de pensamiento y de socialización que los inmigrantes digitales, muchas veces, no comprenden. Hacerlo es el primer paso para fortalecer los procesos de enseñanza y aprendizaje.
Está claro que el vínculo docente-alumno no es una preocupación “de vanguardia”. Por el contrario, muchos especialistas –además de los docentes mismos, durante sus prácticas profesionales cotidianas– se han dedicado a estudiar qué fenómenos en particular, qué características de unos y otros permiten que el proceso de enseñanza-aprendizaje fluya con naturalidad o se vea más bien obstaculizado. Entre tales cuestiones, tradicionalmente se han mencionado el origen de clase, la pertenencia generacional o el manejo de un determinado código lingüístico en detrimento de otro u otros, por nombrar solo algunas. En la misma línea, también fueron muy enriquecedores para el campo de la pedagogía los trabajos orientados hacia el estudio de las representaciones sociales. Siempre, en todos los casos, se intentó aplicar los resultados teóricos, las hipótesis de los especialistas, en pos del mejoramiento de la actividad docente. Los resultados fueron variables y lo cierto es que en los pasillos escolares y en las jornadas de actualización docente sigue sonando el mismo rumor de fondo: los chicos no aprenden, a los alumnos no les interesan los contenidos, los estudiantes no prestan atención, etc., etc., etc.

Desde hace algunos años –más precisamente, desde que en 2001 Mark Prensky publicó dos artículos inaugurales, “Digital Natives, Digital Immigrants” y “Do They Really Think Differently?”–, una nueva variable se suma al debate: la relación de docentes y alumnos con el mundo de la tecnología, sus nuevos consumos culturales. Con el nacimiento de los conceptos de nativo e inmigrante digital surgió, para algunos, una nueva herramienta para la lectura de la realidad –y, en concreto, para el mejoramiento, entre otras cuestiones, de la práctica docente–; para otros, una nueva chicana teórica que no hace más que ocultar la realidad y fomentar el acrecentamiento de la brecha entre los “iniciados” y los “no iniciados” en el mundo tecnológico y digital.


¿Qué implica ser un nativo digital?

La Red contiene mucha información sobre los conceptos de nativo digital e inmigrante digital. Según la definición propuesta por Marc Prensky, los nativos digitales son aquellas personas que han crecido, se han desarrollado y han adquirido todo su bagaje sociocultural y cognitivo en un vínculo más que estrecho con Internet y las tecnologías en general: teléfonos celulares, videojuegos, televisión, etc. Por contraposición, los inmigrantes digitales se relacionan tardíamente con las TIC y nunca llegan a hacerlo como los nativos, ya que lo hacen desde otro modo de apropiación y utilización del conocimiento y la información en general.

Estos conceptos contrapuestos “separan” –dejemos por ahora en suspenso la cuestión de si esta brecha es más o menos profunda, más o menos salvable– a las nuevas generaciones de las anteriores en una serie de cuestiones clave. García, Portillo, Romo y Benito, en un trabajo titulado “Nativos digitales y modelos de aprendizaje”, consideran que “entre ambas generaciones las diferencias pueden ser importantes”. Por ejemplo, en relación con la circulación de la información, las nuevas generaciones la comparten y distribuyen, en contraposición a los inmigrantes que tienden a guardarla en secreto; y a la hora de procesar esa información, unos lo hacen de manera que resulta caótica a los ojos de quienes no son sus pares, por la velocidad, la toma precipitada de decisiones, el trabajo en simultáneo y la atención dedicada en paralelo a más de una tarea, mientras que los otros mantienen una actitud más reflexiva y trabajan, por lo tanto, necesariamente más despacio.

Frente a estos hechos, son muchos los que hoy arriesgan que las generaciones del futuro presentarán incluso modificaciones en su estructura cerebral como consecuencia del desarrollo y la utilización de las nuevas tecnologías. Berry –intelectual de la Facultad de Medicina de Baylor– afirma que la diversidad de experiencias conduce a diversas estructuras cerebrales. A partir de esta idea, Prensky –en “Nativos e Inmigrantes digitales”– plantea “es probable que los cerebros de nuestros estudiantes cambien físicamente –y sean diferentes del nuestro– como resultado de su formación. Pero si esto es literalmente verdad, podemos decir con certeza que sus patrones de pensamiento han cambiado.”

Cómo se leen estas categorías

Es evidente que existen diferencias entre quienes tuvieron que hacer un esfuerzo para familiarizarse con la PC, el DVD, el envío de mensajes por celular o la Web y quienes lo hacen de manera tan natural que parece ser instintiva. El punto es hasta dónde llegan estas diferencias.

En “Nativos e inmigrantes digitales. ¿Brecha generacional, brecha cognitiva, o las dos juntas y más aún?”, alejandro Piscitelli revisa esta discusión y aporta datos estadísticos irrefutables sobre los puntos en que se distancian. La conclusión –que no podemos dejar de suscribir– es que los alumnos de nivel medio y superior, pero más fuertemente los de nivel primario, se diferencian hoy de sus docentes tanto por su modo de vestir, sus elecciones musicales y su utilización del tiempo libre –es decir, sus consumos culturales–, como por cuestiones más profundas. Las preguntas hoy en día son cómo piensan los estudiantes de esta generación, sobre qué estructuras mentales se desarrollan sus razonamientos, qué eligen hacer con el conocimiento, cómo son sus procesos de socialización, etc. Y frente a esto, ¿cómo adaptar las prácticas educativas a las necesidades de la Generación N(et)?
Esta diferencia no quiere decir, sin embargo, que la comunicación intergeneracional sea imposible, ni que la práctica educativa no tenga ninguna posibilidad de éxito, ni que los conceptos de nativo digital e inmigrante digital tengan una capacidad explicativa absoluta, en el sentido de agotar todos los sentidos y dar cuenta de todos los fenómenos actuales. Eso sería apocalíptico en algunos casos y reduccionista en otros; pese a lo cual, de todos modos, hay opiniones en esta línea, como –por poner solo algunos ejemplos– las expuestas por Diego Levis en “’Nativo digital’ - Cuando la propaganda reemplaza a las ideas” y las de Alejandro Tortolini: “Nativos e inmigrantes digitales, o de cómo aparentar profundidad”.

Yendo al terreno de lo concreto, podemos preguntarnos si estas categorías resultan productivas para analizar algunos de los problemas que atraviesan hoy las aulas. Y la respuesta es sí. Indudablemente, a las reflexiones tradicionales –las que aún no quedaron “viejas” para el contexto actual– debemos sumar la reflexión sobre los nuevos modos de pensamiento de nuestros alumnos, sus nuevos intereses, etc., a la hora de proponernos la actualización y el perfeccionamiento docente; o sea, no podemos ignorar que a aquellas “blancas palomitas” hoy les cabe mejor el mote de “tecnopalomitas”.


¿Y entonces, qué?

Entonces, hay dos cuestiones por atender. En primer lugar, saber a quiénes estamos educando. En segundo lugar, adaptar las antiguas aulas a las generaciones del presente.
En cuanto a lo primero, existe un consenso más o menos generalizado en cuanto a qué rasgos definen a la Generación N(et): la identidad digital, en la red, es para ellos tan importante o más que la de la “vida real”; tienen fuerte orientación multimedia, estrecho vínculo con la Web, dominio de los medios de producción digital y tendencia a la multitarea y los procesamientos en paralelo; su visión del mundo como prosumidores se opone al concepto de consumidor pasivo; viven el mundo como un terreno de juego, por lo que saltan fácilmente las barreras tanto geográficas como temporales, y trabajan mejor en red que aisladamente. Estas características los llevan, además, a preferir los gráficos antes que el texto, a defender los accesos a la información al azar –desde hipertextos–, a perder el miedo a equivocarse, a ser más creativos, menos estructurados, más expresivos, extremadamente sociales; pero también a tener un discurso más fragmentado y menos capacidad de concentración.

En cuanto a lo segundo, los nativos digitales obligan a un replanteo tanto en el plano del contenido como de la metodología. Es decir, no se trata solo de actualizar contenidos (es interesante, en este sentido, la contraposición entre contenido de “herencia” y contenido “futuro”). Además, se debe actualizar el modo en que se presentan: “no debemos caer en el error de suponer que el único lenguaje del aprendizaje es el que monopolizamos los inmigrantes digitales y, por el contrario, teniendo cierta apertura de miras debemos considerar esos nuevos lenguajes derivados del uso de los ordenadores, Internet y los videojuegos” (en “Nativos digitales y modelos de aprendizaje”). Para lograrlo, no solo hay que familiarizarse –cuando no “reconciliarse”– con las tecnologías e incorporarlas al aula; es necesario también que cambie el rol del profesor durante el proceso de enseñanza-aprendizaje, para convertirse en quien genera interrogantes, estimula la curiosidad y, a partir de allí, organiza la interacción entre los alumnos y los objetos de conocimiento mediante la guía de los procesos de búsqueda, análisis, selección, interpretación y difusión de la información.

En síntesis: hoy más que nunca, la brecha entre docentes y alumnos, al menos generacional, cultural y cognitiva, radical pero no obturadora, representa un desafío en relación con la eficacia o no de la práctica docente. En nuestra capacidad de lectura de la realidad radica la posibilidad del cambio. Y las categorías de nativo digital e inmigrante digital pueden ser productivas para intentarlo.


Enlaces de interés

El atlas de la brecha digital. España 2007
Nativos digitales o generación N(et)
Nativos digitales
¿Quiénes son los nativos digitales? Y, ¿por qué?

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