El Comercio 10 de junio del 2009
PUNTO DE VISTA
Estertores de la barbarie
Por: Diego de la Torre Empresario
El reciente cólico político es coyuntural. Son los remanentes de una parte de nuestro tejido social que se resiste por miedo, temor y desinformación (producto de la brecha educativa) a la gran transformación que se ha producido en la sociedad peruana, producto de su inserción dinámica y sinérgica en una modernidad verde, inclusiva y responsable.
En los últimos años, más de tres millones de peruanos han salido de la pobreza. El objetivo de largo plazo es claro: ser un país del primer mundo en 30 años con una sociedad meritocrática, de gran movilidad vertical y donde nuestra diversidad cultural sea un activo, no un pasivo. Por eso el mensaje a nuestros políticos y empresarios es también muy claro: timón firme en el camino de la modernidad, así como energía y optimismo en las decisiones de inversión.
Es falso que no pueda existir una armoniosa intersección entre el mundo indígena y la llamada modernidad occidental. La propia cultura occidental se ha enriquecido mediante aportes de otras culturas. Por ejemplo, la democracia vino de los griegos, el monoteísmo de los judíos, las matemáticas de los árabes y últimamente está adoptando valores del mundo andino y otras culturas en lo referente a su relación con la naturaleza. Por eso la modernidad y la civilización no son monopolio de occidente, sino parte del patrimonio universal, tanto como los derechos humanos y el método científico.
La protección del medio ambiente es parte fundamental de la modernidad del siglo XXI. En las facultades de ingeniería se ha desarrollado el concepto de “ecología industrial”, que es el diseño de procesos que imitan a la naturaleza. De esta manera, se ha logrado optimizar las funciones de costos (manejo de residuos y reciclaje) y el uso creciente de energías renovables. Modernas regulaciones, basadas en verdades científicas, permiten un uso sostenible de los recursos y promueven de manera creciente el cambio en la matriz energética global.
Un ejemplo exitoso de armoniosa interacción entre la modernidad y una cultura tradicional fue la revolución Meiji en el Japón del siglo XIX. Con mucha visión y coraje, los líderes japoneses se dieron cuenta de que para desarrollarse y potenciar su propia cultura tenían que adoptar y adaptar la tecnología y sistemas económicos de Occidente sin perder su identidad y autoestima cultural. Por el contrario, Japón, al igual que occidente, se dio cuenta de que tenía que aprender mucho de otras culturas y que eso no los debilitaba, sino que los fortalecía. Es en la intersección de las diferencias donde hay una gran oportunidad para innovar. Una muestra elocuente es nuestra gastronomía, que es la maravillosa interacción de nuestra multiculturalidad que también se evidencia en los potentes mates de nuestras voleibolistas en Tailandia.
Por eso, dejémonos de anacrónicos enfrentamientos y abracemos con entusiasmo, como los japoneses en el siglo XIX, una modernidad que nos permita llegar pronto al Primer Mundo.
PRESIDENTE PACTO MUNDIAL EN EL PERÚ
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