El Comercio 08 de setiembre del 2009
ESPECIAL
La fortaleza de una cultura
Un grupo universitario de diferentes etnias amazónicas acaba de organizarse para difundir su cultura y cosmovisión. Están convencidos de que así se fortalecerá el entendimiento entre los peruanos.
Por: Roxabel Ramón
Euclides. Un nombre que parece escapar de clásicos grecolatinos denomina al hijo de una de las etnias amazónicas más importantes del Perú: los awajun. Él y otros jóvenes fueron elegidos en sus comunidades nativas para estudiar en la Universidad de San Marcos, que en 1998 abrió una modalidad especial de admisión “para aborígenes de la Amazonía”.
La noticia llegó a Condorcanqui (Amazonas) como un afiche estampado en la puerta de la municipalidad. Pronto viajó por los ríos Marañón, Santiago y Cenepa, entusiasmando a los habitantes de las comunidades.
Euclides Espejo y 14 paisanos suyos se enteraron y fueron los primeros en llegar a Lima en 1999. Él recuerda que un huaico los sorprendió en la carretera Bagua- Chiclayo. “Fue una señal de lo que nos esperaba”, dice ahora que ya cursa el último año de Derecho. Es el único de su grupo que pudo continuar sus estudios gracias a algunos trabajos eventuales.
Sus padres no tenían dinero para ayudarlos. La Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (Aidesep), que se comprometió a apoyarlos, se desentendió de ellos. “Pero más feo que el hambre y el frío era no entender nada de lo que decían en las clases”, recuerda Euclides. “Mis amigos desertaron, habíamos sido primer puesto en el colegio pero teníamos una formación de tercero de primaria”.
Cuando la universidad los convocó, se habló de talleres, de asesoría y de inyectarle interculturalidad al plan de estudios. Manuel Burga, ex rector de San Marcos, los declaró “portadores de nuestras más secretas sabidurías”, pero con el tiempo las promesas se fueron desvaneciendo.
Para ellos —cuya formación en las comunidades consiste en la pesca, el conocimiento de las plantas medicinales o la caza de serpientes para los apash (mestizos) que hacen antídotos— las clases de filosofía y política fueron al principio incomprensibles.
Esos tiempos ya pasaron. Euclides y un grupo de sus amigos están decididos a compartir su cultura, por eso han formado la Asociación de Estudiantes Universitarios de Pueblos Indígenas (AUPI). Uno de sus jóvenes miembros, Felipe Shimbucat, alista para este fin de mes una fiesta típica awajun en su Facultad de Derecho. “Es con masato”, advierte. Otro, el lingüista Hermenegildo Espejo, participa en un congreso de Educación Intercultural Bilingüe, en Imaza (Amazonas). A él le apasiona el tema porque no solo jaló todos los cursos del primer año en la universidad, sino que no hablaba con nadie “porque me daba vergüenza que todo el salón volteara a mirarme como si fuera un mono”. Por entonces, le decían “Mudo” o “Shipibo” o “Mishaja”. El tiempo y el carácter decisivo de Herme los hizo a todos cambiar de opinión.
“Tras lo que pasó en Bagua, nos sentíamos impotentes, pero no servía de nada. Sabemos que la única manera de que nos respeten es hacer que primero nos conozcan”, finaliza Euclides, el flamante presidente de AUPI.
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