El Comercio 5 de setiembre del 2009
EL NUEVO PARADIGMA DE LA EDUCACIÓN
Al alumno con cariño
Por: Eduardo Zapata Lingüista
Hace muy poco tiempo, Rafael León puso sobre la mesa un tema cuya discusión seria se caía de evidente: aquel de los denominados jóvenes hiperactivos.
Sin ánimo de optar desde aquí por la eficacia o no de tal droga y sin el propósito de tomar partido por el abuso de lobotomías socialmente aceptadas o el laissez faire, queremos aportar algo —desde nuestra experiencia docente y semiológica— sobre estos jóvenes hiperactivos.
Y ese algo que queremos aportar está referido a los efectos que están teniendo las nuevas tecnologías de la información sobre mentes y conductas de niños y adolescentes. Nunca tan evidente —porque ahora vivimos un auténtico cambio cultural, si alguien aún se niega a verlo— que las tecnologías de la información alteran no solo nuestros modos de interactuar, nuestras instituciones, la manera de construir nuestros imaginarios. Sino que alteran nuestra propia gnosis, la manera como codificamos y decodificamos el mundo.
La tierra no es plana gritaba Ptolomeo. Y era cierto. La tierra no es redonda, decía recientemente Thomas Friedman en su libro “La tierra es plana”. Y también es cierto.
Nos habíamos acostumbrado tanto a un mundo de homogéneos, que cualquier rasgo de diferencia era imperfección del modelo. Si el hombre había sido hecho a imagen y semejanza de Dios, pues todos éramos (debíamos serlo) iguales. Y las historias nos hablan de cruzadas violentas —físicas y de las otras— emprendimos para eliminar las “diferencias”.
Cito dos nombres de científicos del cerebro para tomar en cuenta: Susan Greenfield y Bruce Lahn. Ambos coinciden en mostrar correlaciones entre cambios en las tecnologías de la información y configuración cerebral. Y cito un dato más. La tecnología de la palabra escrita alfabética tiene solo 2.800 años en el largo recorrido de la historia de la humanidad.
Sin embargo —y era lógico— la supremacía de la palabra escrita sobre la oral se hizo impronta de modelo y desarrollo. Y todos los no adscritos a ella resultaron no solo ignorantes, sino —peor aun— “diferentes” a ser redimidos en y por la homogeneidad. No solo en su ignorancia de código (que existía y existe), sino en la redención de sus “almas” y “espíritus”.
La tecnología de la información electrónica ha cambiado ya las mentes y conductas de sus hijos. Mal haríamos, entonces, en ver “defectos” redimibles (psicológica o farmacológicamente) donde hay simplemente productos culturales distintos. Seres humanos que —nos guste o no— poseen una gnosis distinta, como distintas son sus competencias y habilidades. Sus conductas mismas.
La “electronalidad” hace a sus usuarios diestros en el manejo de varios códigos con simultaneidad. Esa misma tecnología los hace multisensoriales y no solo visuales (como lo hizo el libro). Ellos son ya hijos de una cultura del “hacer” y no de un “ser” homogéneo y estable.
Si me preguntasen —como docente— qué pienso del niño o joven que se sienta quietecito y sumiso en el aula y que “se esfuerza” en mantenerse cruzado de brazos, tendría que decir que me preocupa. Y si, en cambio, afronto un estudiante movedizo, que interviene con lucidez intermitente, pero que uno sabe que está allí, tiendo a seguir su desarrollo.
Salvo desórdenes químicos, los niños y jóvenes de hoy tienden a lo que ayer —tiempos estables de “buenas conductas”— llamábamos hiperactividad o desconcentración. Alumnos-problema, añadirían algunos.
Y aquí me detengo para rendir un homenaje a dos jóvenes publicistas de la UPC, que hoy triunfan —sí, triunfan— en Holanda. Me refiero a Giancarlo Lanfranco y Rolando Córdova.
Ambos distintos, pero con conductas “poco normales” cuando estudiaban. Ambos grandes muchachos, a pesar de sus “exterioridades” poco ortodoxas. Inteligencias creativas escondidas, casi siempre, en la opinión discreta y justa.
Recuerdo que algunos de sus profesores no apostaban por ellos por su atipia. Me complace haber tenido con ellos una relación estimulantemente cariñosa y haber podido ofrecerles —en la medida de mis competencias— mi apoyo y fe.
Si ayer rendíamos homenaje al maestro con cariño, manzanas y ceremonias incluidas, me quedo con estas líneas que se sintetizan en “al alumno con cariño”. También la electrónica ha destronado al maestro de su excluyente papel de deidad, padre o autoridad hereditarios. Todo eso —gracias a la tecnología— el maestro debe ganárselo en el aula. Con rigor, pero con cariño y respeto a los estudiantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario