El Comercio 8 de octubre del 2009
PROYECTOS VIABLES
Lima sin agua en el 2050
Por: Alberto Benavides de la Quintana*
Una convención recientemente realizada en Chimbote ha llegado a la conclusión aterradora de que en el año 2050 Lima se quedaría sin agua como consecuencia del proceso de cambio climático.
No voy a negar que hay indicaciones preocupantes de que dicho cambio climático se está realizando, y concuerdo con las predicciones sobre la falta de agua en Lima en un futuro mediato.
No me tocará vivir esos años, pero el tiempo pasa tan rápido que el 2050 no está tan lejos y los que hemos tenido que viajar por nuestra serranía somos testigos del ritmo con que se están reduciendo nuestros glaciares, que han sido y todavía siguen siendo la principal fuente de agua en la costa peruana durante los meses de abril a diciembre.
¿Qué podemos hacer? Parar en forma definitiva el proceso de cambio climático es imposible. ¿Disminuir su ritmo? Algo se puede hacer y el mero hecho de que el asunto se discuta, como se ha hecho en Chimbote, es un buen síntoma.
Pero lo que sí podemos hacer es morigerar sus efectos y en ese sentido quiero proponer para la discusión las siguientes dos líneas de acción:
1) Fomentar el crecimiento de las provincias en detrimento del crecimiento de Lima. Debemos ir a una verdadera descentralización.
Al respecto se ha dado un importante paso al convertir los departamentos en regiones y permitir que sus pobladores elijan a sus propias autoridades, pero esto no es suficiente.
Debemos ir a una verdadera regionalización y fomentar verdaderas metrópolis en distintas partes del país, sin perjuicio de que todas nuestras ciudades menores también crezcan.
Pero todo esto se refiere a cambios de orden político. Tenemos que ir a una descentralización económica.
Sugiero que no olvidemos el crecimiento de las provincias o, por lo menos, disminuyamos el ritmo de crecimiento de la capital. Los programas de vivienda en provincias deberían tener prioridad sobre los de Lima.
2) En cuanto al problema del agua no me cansaré de señalar que los grandes reservorios que han significado —y que hasta ahora significan— los nevados de la sierra pueden sustituirse por el subsuelo de nuestra costa, que está sedienta de agua y que puede reemplazar, por lo menos en parte, a nuestros glaciares. Para esto es necesario recargar nuestros acuíferos.
Me pregunto: ¿qué pasaría si tuviéramos una suerte de canal longitudinal de la costa que lleve los excedentes de agua de la época de lluvia de un valle con sobrante a uno con escasez o sin agua?
Pisco podría darle agua a Ica, así como Río Grande en Nazca podría darle agua al aluvión (para no llamarlo valle) de Santa Cruz y a otros pequeños aluviones al sur del Río Grande. El río Mala puede darle agua tanto a Asia como a Chilca.
Este mismo programa podría aplicarse en los valles del norte, con abundancia de agua, como son los de Huaura y Pativilca. El Santa ya tiene el canal de Chavimochic, pero debería impulsarse el de Chinecas.
Sé que habrá quien piense que mejor es traer agua de la cuenca del Atlántico y realmente no tengo argumento para refutar esa posible solución. Pero no olvidemos que también en las cabeceras de los ríos de la cuenca del Atlántico necesitan agua.
Se puede también pensar en reservorios como los de Poechos, Tinajones y Gallito Ciego, pero la experiencia nos dice que a los pocos años se colmatarán.
Proyectos como el de Olmos pueden ser una solución, pero son obras de gran aliento y, sin abandonar la idea, debemos pensar en proyectos de ejecución inmediata. Comparados con el canal longitudinal de la costa, proyectos como el de Olmos resultan faraónicos.
Una última reflexión: la cantidad de energía que podría generarse es impresionante.
Permítanme mencionar, por ejemplo, la hidroeléctrica de Platanal en Cañete que permitirá la irrigación de las pampas de Concón-Topará y generará cerca de 200 megavatios.
(*) Empresario minero
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