viernes, 9 de octubre de 2009

Ciencias Sociales

El Comercio 8 de octubre del 2009
PUNTO DE VISTA

Crecimiento, bienestar y sostenibilidad
Por: Jurgen Schuldt Economista*

Más y más políticos y científicos sociales coinciden en que el crecimiento económico no refleja ni lejanamente el desarrollo de una nación, aunque casi todos los gobiernos sigan empecinados en medir el “progreso” en términos de la expansión del PBI. De ahí que en febrero del 2008 el presidente Sarkozy convocara a Joseph Stiglitz para presidir una Comisión de Medición del Desempeño Económico y el Progreso Social. Fueron tres los complejos temas que acometieron los 25 expertos que elaboraron el informe final presentado hace unos días: ¿por qué el PBI es un indicador tan deficiente del avance económico y del progreso social?, ¿cómo medir la calidad de vida de las personas para entender la creciente brecha entre los indicadores económicos convencionales y el malestar de los ciudadanos? y ¿considerando que el crecimiento económico deteriora el medio ambiente, cómo incorporar indicadores de sostenibilidad en los sistemas de medición?

En cuanto al PBI, son varios los motivos por los que lo rechazan de plano como indicador del bienestar y la sostenibilidad. Para comenzar, sugieren el uso del ingreso o del consumo efectivos de las personas como una variable más relevante, ya que el PBI puede crecer, mientras el consumo privado cae. Luego, estiman necesario evaluar la distribución del ingreso, así como la de la riqueza, ya que el crecimiento puede repartir sus frutos más (o menos) inequitativamente. El PBI tampoco incorpora cambios en la calidad de los bienes y servicios que se ofrecen y el trabajo casero, que pueden aumentar o disminuir la satisfacción de la gente.

En relación al bienestar de la población, la Comisión estima necesario considerar, tanto la oferta de bienes públicos (museos, parques, lozas deportivas, postas médicas), como las externalidades negativas que acompañan el crecimiento desequilibrado: inseguridad ciudadana, polución, tráfico congestionado, corrupción, trabas burocráticas, criminalidad, guerra civil y drogadicción. A lo que hay que añadir el bienestar autopercibido, que depende de las condiciones de trabajo, el desempleo, las relaciones sociales, el tiempo que le dedican al ocio y a la atención de sus hijos, la brecha entre logros y aspiraciones, etc.

Finalmente, respecto al medio ambiente, reconocen que los precios de mercado están distorsionados, ya que no se cobra a quienes emiten CO2, con lo que no se contabilizan estos costos, así como tampoco se cuenta la sobreexplotación de los recursos naturales no renovables.

Sin embargo, más que una lista sin fin de indicadores, la valía del informe de la Comisión Stiglitz radica en que despliega una innovadora concepción interdisciplinaria, intergeneracional e integral del desarrollo de las naciones, de las regiones y de las personas, lo que lo convierte en lectura obligatoria, no solo para el INEI, sino para nuestros gestores de política.

CATEDRÁTICO DE LA UNIVERSIDAD DEL PACÍFICO

No hay comentarios: