viernes, 9 de octubre de 2009

Ciencias Sociales

El Comercio 8 de octubre del 2009
LA PAZ ESTÁ MUY LEJOS

Afganistán: Ocho años de guerra y muchos errores
Advierten que si no se cambia la estrategia, la misión fracasará

NUEVA DELHI [DPA]. En junio del 2004 George W. Bush anunció la primera victoria de la “guerra contra el terrorismo”. “Afganistán ya no es una fábrica de terroristas que envía decenas de miles de asesinos al mundo”, dijo el entonces presidente estadounidense.

Los más cínicos podrían señalar que ese papel lo ha asumido Pakistán, ya que muchos atentados cometidos en Occidente han estado más o menos relacionados con las áreas tribales de la frontera de este país con Afganistán que, por otra parte, es todo menos seguro. Ocho años después del inicio de la guerra apenas pueden celebrarse éxitos en Afganistán.

El desarrollo de la guerra esperanzó a Occidente tras el primer bombardeo estadounidense, ocurrido el 7 de octubre del 2001. Los talibanes fueron expulsados más rápido de lo previsto, el régimen del mulá Omar cayó antes de que terminara el año.

El compromiso en Afganistán era compartido por una amplia alianza internacional que todavía estaba conmocionada por los atentados del 11 de setiembre. En la conferencia sobre Afganistán que se celebró en Bonn a finales del 2001 se acordó, con esperanza, que Hamid Karzai fuera el presidente de transición. Y una abrumadora mayoría de afganos saludó la llegada de los extranjeros a su país y la caída de los “señores de la guerra”, algo que hoy se ha olvidado. Parecía que el país estaba ante un futuro mejor.

EL FACTOR IRAQ
Pero el Gobierno Afgano y la comunidad internacional, sobre todo EE.UU., cometieron fallas que hoy apenas se pueden rebatir. La guerra en Iraq, iniciada en el 2003, desvió recursos financieros y militares al nuevo escenario bélico. La invasión a Iraq provocó, además, una pérdida de credibilidad para Occidente, al que se le echó en cara que más que liberar Afganistán hubiera empezado una cruzada contra los musulmanes.

La reconstrucción en Afganistán transcurrió de forma muy lenta durante años. Los éxitos prometidos no llegaron. Y los representantes del Gobierno adquirieron más relevancia debido a la corrupción que a su servicio al pueblo. La corrupción fue de la mano con el aumento del cultivo de droga.

Incluso la democratización, el principal éxito hasta el momento, se está tambaleando. Un mes y medio después de las elecciones presidenciales todavía no hay un resultado oficial al no haberse concluido la investigación sobre las muchas acusaciones de fraude. Es precisamente a Karzai a quien más se le acusa de haber falsificado los resultados.

Muchos afganos están decepcionados o han perdido familiares en operaciones militares, y crece la resignación ante el papel de Occidente y del Gobierno. Pero ante todo, piensan que la seguridad es lamentable en muchos lugares y cada vez son más los afganos que consideran que con los talibanes las cosas funcionaban de otra manera.

También en Occidente aumentó la oposición a la misión: en el Reino Unido y Alemania la mayoría está en contra y en EE.UU. hay un intenso debate sobre la estrategia a seguir.

El comandante estadounidense en Afganistán, Stanley McChrystal, ha pedido decenas de miles de soldados más. Dice que sin los recursos adecuados existe el riesgo de que el conflicto se alargue, que haya más víctimas, aumenten los costos y se produzca una peligrosa pérdida de apoyo político. “Cada uno de estos riesgos”, advierte McChrystal, “conducirá probablemente al fracaso de la misión”.

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