domingo, 25 de octubre de 2009

Orientación y Consejería, Persona, Familia y Relacioanes Huamanas

El Comercio 24 de octubre del 2009

RINCÓN DEL AUTOR

El pulmón y la ética social

Por: Hugo Guerra

El caso del falso robo de un pulmón disecado para la sobrecogedora exposición internacional sobre “El cuerpo humano: real y fascinante”, plantea una serie de profundos problemas éticos y morales.

Es repudiable que alguien trame una mentira macabra como estratagema publicitaria al denunciar el imaginario robo para atraer más público. Quien pueda cometer tal barbaridad tendría que ser una persona inescrupulosa, carente de conciencia moral y de sólidos principios para distinguir entre el bien y el mal.

Sin embargo, el problema no es aislado. En el Perú —lo mismo que en otros lugares donde campea el capitalismo desbocado— los negocios muchas veces consisten en obtener ganancias desmedidas a cualquier costo. La falta de ética lleva a que muchos, en su afán por enriquecerse, no les importe pisotear derechos de los demás, infringir normas legales, hacer daño a terceros, mentir con descaro y engañar.

Esa actitud malsana se encuentra en muchos niveles, desde el microbusero al que no le interesa poner en riesgo la vida de sus pasajeros, hasta el minero al que le importa un bledo dañar el medio ambiente, pasando por el industrial que de puro “vivo” vende productos de ínfima calidad.

Luego, utilizar un pulmón como instrumento del engaño implica ausencia de conciencia sobre la sacralidad del cuerpo humano, una creación maravillosa que por su trascendencia es imposible entender como simple materia orgánica desligada del alma, reflejo del milagro divino.

Vi hace bastante tiempo la exposición de referencia en Europa y juré no regresar porque, salvo justificado interés científico o médico, escrutar las intimidades abisales del cuerpo de los semejantes me sobrecoge. Aunque se trate de órganos especialmente plastificados para una exhibición, finalmente son parte de personas que vivieron y, por tanto, sintieron, amaron, fueron felices o desgraciadas, como cualquiera de nosotros; y en consecuencia sus restos mortales merecen paz eterna y respeto permanente.

La falta de aprecio a la vida propia y de los semejantes, también afecta socialmente a los peruanos porque eso se traduce en la violencia cotidiana, que va desde el empellón injustificado al otro en la vía pública, hasta el incremento de la delincuencia y la criminalidad.

Algo más: la farsa que comentamos ha dañado, asimismo, la imagen del Perú, porque la noticia del falso robo dio la vuelta al mundo poniéndonos como una sociedad salvaje. Y si eso ya es grave, tanto peor es que muchísimos peruanos luego del primer impacto informativo, tomaran el caso con una naturalidad exasperante, llegando a decir que se trataba de una simple “travesura”. Reacción cínica que evidencia una peligrosa falta de autoestima como nación.

No creo en la moralina ni en Catones de circunstancia, pero definitivamente este molesto asunto debe llevarnos a repensar una pregunta básica: ¿por qué nos estamos envileciendo cada vez más como sociedad?



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