jueves, 25 de noviembre de 2010

Ciencias Sociales

Véase además el artículo titulado: Laberinto de sueldos en el Estado publicado aqui mismo

 




PUNTO DE VISTA

¿Aumentos para todos?
Por: Carlos Adrianzén Economista *


Jueves 25 de Noviembre del 2010

Cuatro décadas atrás, un corrupto dictador (el general Juan Velasco Alvarado) asumió la presidencia de facto de la nación. Su gobierno retroalimentó empobrecimiento, aislamiento y corrupción institucional. Tomó décadas revertir (al menos parcialmente) este cuadro. Recordemos: la esencia del velasquismo planteaba que el Perú era rico porque tenía recursos naturales; que, por lo tanto, debía proteger sus riquezas –cerrándose al comercio y la inversión– y, sobre la base de un aparato estatal omnipresente (que sobrerregulaba, inflaba lo burocrático y expropiaba lo exitoso), debía también redistribuir las supuestas riquezas. La historia los humilló.

En estas líneas no pretendo recordar lo que merece el olvido, pero sí advertir el peso de una idea que aun hoy, y a pesar de la historia, parece estar vivita y coleando. La idea velasquista de que detrás de todos nuestros problemas económicos de fondo (por ejemplo, pobreza, baja competitividad, desempleo, etc.) existiría un déficit de Estado. Es decir: que casi todo se resolvería simplemente con más presupuesto.

Un buen ejemplo de su relanzamiento político nos lo da la reciente propuesta del candidato Alejandro Toledo de duplicar otra vez los salarios de los profesores estatales. ¿Es esta una buena idea? Pues generosa y populachera sí es. Lo que no parece ser es lúcida. No nos engañemos: mientras no depuremos el padrón de maestros con incentivos adecuados, requisitos y evaluaciones, y (cuando corresponda) con despidos significativos, todo esfuerzo por mejorar nuestra educación pública inflando planillas implicará solamente el abultamiento de un botín. Algo popular, pero contraproducente.

Otro ejemplo aquí enfoca también el mejoramiento de los sueldos en el Poder Judicial o en las FF.AA. (manteniendo la llamada cédula viva militar). Aquí, otra vez, los aumentos resultan un camino torpe. Se dan sin incentivos para mejorar performances de servicio, ni resolver los problemas de insolvencia prospectada de los esquemas previsionales. Aquí simplemente no enfrentamos la realidad. Para resolver los problemas de maestros, burócratas y militares hay que cambiar las reglas y actuar. Estructurar incentivos claros hacia un mejor servicio y depurar severamente planillas. Así alcanzaría para esquemas salariales y previsionales similares a los que rigen para los privados.

Pero no lo olvidemos: el camino fácil (ceder e inflar el gasto a todas estas presiones) da votos. Aunque la historia del velascato nos enseñe meridianamente adónde nos lleva (salarios de hambre y servicios públicos subsaharianos), están a tiempo, señores candidatos: elevar a rajatabla los salarios estatales no resulta una buena idea.


[*] Decano de la Facultad de Economía de la UPC

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