«La buena información que está oculta es inútil; la mala información que está fácilmente disponible es nefasta»
miércoles, 6 de abril de 2011
Ciencias Sociales
PUNTO DE VISTA
Mundo árabe: ¿Y después qué?
Por: Virginia Rosas Analista Internacional
Miércoles 6 de Abril del 2011
Si hay a quienes no les gusta ni un poquito las revueltas en los países árabes reclamando democracia es a los movimientos extremistas islámicos como Al Qaeda, Hamas o Hezbolá. La “primavera árabe” tampoco cuenta con las simpatías de los halcones en Israel, porque demostraría que es posible la existencia de un Estado palestino democrático, tal como debe ser reconocido por la ONU en setiembre próximo. En ambos casos quedaría demostrado que las aspiraciones de cambio impulsadas por los jóvenes en la región van más allá del conflicto con Israel y esta es una ocasión de oro que la diplomacia de alto nivel no debería dejar pasar.
Sucede que los atentados del 11 de setiembre del 2001 le dieron a los radicales islámicos una relevancia en la agenda internacional que han comenzado a perder, una década después, con las revueltas que se iniciaron en Túnez y que no terminan de poner en jaque a los regímenes de la región. El islam político no ha logrado que los contestatarios adopten su mensaje como grito de guerra y hasta los chiitas de Bahréin hablan de derechos humanos y de democracia.
Esto quiere decir que, por primera vez en décadas, quienes se alzan contra los autoritarismos en Egipto, Yemen, Siria o Libia no son los islámicos radicales –que quieren instaurar la sharia como ley universal a punta de atentados– sino los ‘participacionistas’, que aspiran a adaptarse a la realidad democrática. En suma, los modernos que no están dispuestos a inmolarse en nombre de Alá ni de nadie, pero que quieren las mismas libertades que gozan sus congéneres en otros lados del planeta.
Pero aunque a la distancia pareciera que el movimiento es uno solo, la realidad cambia en cada país. No es lo mismo Yemen, “un híbrido entre civilización urbana y redes tribales”, como lo llama Gilles Kepel, que Egipto, en donde una coalición militar puede derrocar a un presidente.
Lo mismo sucede en Libia, país de fuerte arraigo tribal en el que si Gadafi se mantiene aún en el poder es porque los jefes tribales todavía no lo expulsan. Y solo lo harán cuando tengan dificultades para negociar sus hidrocarburos, que significan el 71% de su PBI, el 90% de sus ingresos y el 97% de sus exportaciones. Habría que ver si los países occidentales están dispuestos a aplicarle un embargo que los afectaría a ellos también.
Pero lo más sombrío en el futuro de estos movimientos es la sucesión. En países autocráticos, con sistemas policiales de represión, que han impedido el desarrollo de una oposición estructurada, es prácticamente imposible contar con una élite de sustitución. Y en ese caso
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