jueves, 15 de septiembre de 2011

Ciencias Sociales






PUNTO DE VISTA

Incluyéndonos o meciéndonos

Por: Carlos Adrianzén Cabrera (*) Economista
Jueves 15 de Setiembre del 2011
La Inclusión es un vocablo de lo más popular. Casi todos declaramos conocer su significado y –por supuesto– estar a favor de ella. Pero, ¿de verdad sabemos de qué estamos hablando cuando le damos tanta prioridad? No se trata aquí del contenido que todos le quisiéramos dar. Incluso las palabras más encantadoras esconden contrabandos que es mejor conocer. Sucede que cuando hablamos de inclusión hablamos de algo distinto a lo que creemos.
Desde la explicación académica, la inclusión social es una noción confusa, difícil de transferir intelectualmente. Y esto no es casualidad. Para el grueso de los sociólogos, la inclusión social sería un proceso multidimensional de incorporación progresiva de personas o grupos respecto de indeterminadas relaciones e instituciones sociales. Una incorporación que, por arte de magia, permitiría la plena participación en las actividades normales del ambiente en que viven. Toda una sopa de letras, repleta de ideología y difícil de aterrizar en términos de políticas públicas.
Paralelamente, los abogados progresistas –al tener que precisar– sostienen que la inclusión implica la mezcla del empleo con una alienación políticamente correcta (léase: marxista). Así, pues, cuando le hablan de inclusión, le están contrabandeando un ambiente económico y político en donde los burócratas distribuyen todo y deciden cuál es la alienación correcta.
Por supuesto que usted, estimado lector, puede retrucar que toda esta cháchara sociológica y legalista le importa un comino. Que usted piensa que la mayor parte de las personas debería tener un nivel de vida digno, acceso a servicios básicos, basado en su esfuerzo. Pues, bien, si piensa así, no se lo diga a nadie. Usted es un creyente en el esfuerzo de las personas y en los mercados. Otro neoliberal. Sin saberlo. Pero téngalo claro: aun esta visión bienintencionada –y no académica– de la inclusión no se estructura sobre acciones estatales. Es el esfuerzo y dinamismo de su sector privado lo que hace la diferencia. Y en cambio, la visión sociológica de la inclusión, que hoy está tácitamente en boga en nuestro país, nos lleva directamente al desastre. La dictadura velasquista quiso incluir de esta forma. Produjeron décadas de atraso, desempleo, descapitalización y corrupción.
Nos incluimos nosotros –en el sector privado, con nuestro esfuerzo– no desde el Estado.
(*) Decano de la Facultad de Economía de la UPC

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