Vallejo y Ribeyro
Por: Abelardo Sánchez León
La imagen pública de dos grandes escritores peruanos parece no coincidir, en estos tiempos de bonanza económica, con la figura exitosa que el mercado requiere y proclama. César Vallejo nació un día que Dios estuvo enfermo, y grave, para colmo, y Julio Ramón Ribeyro vivió atraído por la tentación del fracaso, título de sus famosos y entrañables diarios literarios. Algo parece hermanar a estos dos escritores peruanos, uno nacido en los Andes de La Libertad y el otro en el barrio de Santa Cruz, en Lima. El Perú es así: hermana a quienes por geografía, clase social y experiencia de vida no tienen un piso parejo. Vallejo y Ribeyro, hermanados como Arguedas y Westphalen.
César Vallejo no es culpable de que la historia lo registre como una persona retraída, deprimida, que había nacido con el único propósito de sufrir. Una especie de “sufre, peruano, sufre”, pero en serio. Lo que no se debe olvidar es que Vallejo fue un verdadero cholo de acero inoxidable. Su poesía chirría, recompone una sintaxis, se la juega en Santiago de Chuco, en Trujillo, en París. Viajó a Rusia en el año que se debía viajar: 1931 y escribió sobre la Guerra Civil española. A Julio Ramón Ribeyro, más bien, le han dado como si él mismo fuese un verso de Vallejo; “le pegaban todos sin que él les haga nada”. Miguel Gutiérrez, a pesar de respetar su obra literaria, emite juicios severos sobre su conducta pública, sobre todo por haber aceptado durante el gobierno de Velasco la agregaduría cultural en la embajada peruana en Francia y después un cargo de funcionario diplomático en la Unesco. Para Mario Vargas Llosa, desde la ribera política opuesta, Ribeyro es un ejemplo más del intelectual barato en su libro “El pez en el agua”. Pero al menos, en esos tiempos, las observaciones, exigentes o equivocadas, eran de índole política. Lo importante era decir lo que se creía y hacer lo que se decía: predicar con el ejemplo. Observaciones distantes a los temas del mercado, el éxito y la supuesta felicidad que agobia hoy a nuestros marketeros.
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