El arte de distribuir el poder
Por: Juan Paredes Castro
Es cierto que una vez juzgado y condenado por el Poder Judicial quien vela y administra su carcelería es el Gobierno. Pero de ahí a que buena parte del poder político tenga casi que paralizarse por esto solo tiene una explicación: que Antauro Humala no acepta su condena a 19 años de prisión, rebajada de 25, como autor de una revuelta armada en la que fueron asesinados cuatro policías; reclama no ser sujeto de cárceles especiales sino comunes para luego ser trasladado (¡oh flagrante contradicción!) a otra especial militar; y finalmente despachar desde su celda cual lobbista en busca de favores del gobierno y azuzador de conflictos sociales, desde un nacionalismo radical que él quisiera que asumiera su hermano Ollanta, que ahora piensa muy distinto que hace seis años.
En democracias inmaduras como la peruana, la separación de poderes pinta más o menos en el papel y se respeta. Pero la forma como el Gobierno, el Congreso y la justicia usan y distribuyen sus propios poderes es lo que los ciudadanos menos seguimos hasta que nos escandalizamos por los efectos que impactan en la sociedad.
La pirámide de uso y distribución del poder en el Gobierno es la más grande y potencial de todas las demás. Y en la cúspide de esta, el uso y la distribución del poder presidencial reclaman una poderosa influencia: ya sea porque más de un gobierno regional cuadra al Gobierno Central; ya sea porque el tumulto busca imponerse sobre la ley; ya sea porque la informalidad es cada vez más una regla que una excepción, sin autoridad capaz de revertirla.
Nos invade la curiosidad sobre cómo Ollanta Humala usa y distribuye el poder presidencial, sobre cómo tiene que hacer de ello una de las razones de éxito de su gobierno, o sobre cómo ciertos desajustes pueden labrarle más de un fracaso.
Una vez distribuidos los poderes sectoriales a los ministros, queda un saldo neto de poder presidencial en manos de Humala y de quien es, después de él, el principal operador y vocero oficial del régimen: Óscar Valdés.
¿Con qué cuota de poder cuenta precisamente Valdés? ¿Con la suficiente que necesita un primer ministro? ¿La señora Nadine Heredia tiene también su cuota aparte o solo está detrás (con sus buenos consejos) de todo el poder presidencial que puede distribuir su esposo, que es además jefe del Estado y personifica a la nación?
Recuérdese cómo Alberto Fujimori fue cediendo el poder presidencial, al punto que llegado el 2000 lo tenía tristemente compartido con Vladimiro Montesinos y con las cúpulas militares.
¿Humala cede cuotas de poder reales y efectivas a sus asesores, como el coronel Adrián Villafuerte, que habría impuesto a rajatabla el cambio de carcelería de Antauro? ¿Y si Humala no cede poder, cuánto de este no usa ni distribuye, de modo que su autoridad se desgasta hacia adentro y se desconecta hacia afuera?
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